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25 de Septiembre de 2025 17:00
Hay premios que parecen lejanos cuando se está en la universidad. El Premio de Periodismo Simón Bolívar, por ejemplo, suele sonar como un galardón reservado exclusivamente para periodistas con años de carrera y experiencia en medios nacionales. Pero en 2020 y 2024, fueron estudiantes los que se llevaron la estatuilla con trabajos que nacieron en clases, con cámaras prestadas, viajes complicados y muchas dudas de por medio.
La Semana de la Comunicación de la Universidad de La Sabana abrió un espacio para reconocer a jóvenes que con sus proyectos han dejado huella en el periodismo. La primera en tomar la palabra fue Shara García Ortiz, integrante del equipo detrás de La lucha por la educación en Yacopí. Todo comenzó con una historia que le compartió un profesor: la rutina de una maestra que, día tras día, recorría caminos en moto, a caballo y a pie para llegar a su escuela rural. “Yo escuché la historia, me fui para Yacopí, hablé con la profesora y me di cuenta de que podía ser algo mucho más grande”, recuerda.
El viaje fue el primer paso. Empacar los equipos y lanzarse a la carretera sin saber muy bien qué pasaría. Y ahí llegaron los problemas: la montaña, los caminos de barro, el transporte en caballo y a pie, incluso el robo de una cámara. Aun así, cada tropiezo confirmaba que la historia valía la pena. “Todo el tiempo hubo inconvenientes, pero a medida que hablábamos con la gente entendimos qué sentido darle al trabajo”, cuenta García.
El resultado fue un retrato que no solo mostró a una maestra y sus cuatro estudiantes, sino también el privilegio que muchos tienen al acceder con facilidad a la educación. García lo resume como una lección personal: “Me di cuenta de lo capaz que era y de lo agradecida que debía estar con mi realidad”.
En ese mismo camino de estudiantes que se atreven a temas grandes, en 2024 apareció Cárceles: reflejos de una sociedad fracturada. Esta vez, algunos de los protagonistas fueron Natalia Toscano y Brian Niño Reyes, acompañados por Santiago Velázquez como director. La idea no nació de una búsqueda obsesiva, sino de una clase de Video Storytelling. La consigna era simple: encontrar una historia. Después de discutir qué sí y qué no, decidieron mirar hacia un tema difícil: la resocialización de quienes salen de la cárcel.
“Nos movía la pasión y la curiosidad. Queríamos contar una historia que parecía ya contada, pero desde otro ángulo”, dicen. Ese ángulo fue el del pospenado: cómo enfrenta los prejuicios y los obstáculos para volver a ser parte de la sociedad; en ese momento lo que parecía un proyecto académico, de repente, se convirtió en un reto real.
Los permisos para entrar a cárceles, las entrevistas con viceministros, la presión de tratar fuentes sensibles y hasta los problemas técnicos en rodaje fueron moldeando el aprendizaje. Una tarjeta dañada de grabación dejó sin material parte de las entrevistas, una de las protagonistas sufrió ansiedad en plena grabación y, además, había que ingeniárselas para conseguir tomas de apoyo alrededor de La Picota sin intimidarse.
En medio de esos obstáculos, aprendieron lo más importante: el periodismo no solo se trata de técnica. Es, sobre todo, empatía. “Aprendimos a mirar distinto, a escuchar distinto, a entender el periodismo como un servicio”, dice Toscano. Para Niño, la enseñanza fue clara: “No hay que subestimar el poder de las historias. Eso conecta a cualquiera, en un noticiero, en una charla o hasta en un chisme”.
Ganar el Simón Bolívar llegó como un regalo inesperado. Ninguno de los equipos había trabajado pensando en un premio. Lo hicieron con la convicción de contar algo importante y con la pasión que exige cada proyecto. Pero cuando llegó, se convirtió en un recordatorio: se puede hacer periodismo de calidad desde la universidad, si hay compromiso y trabajo en equipo.
Hoy, García admite que el periodismo no fue el camino que siguió de lleno. Reconoce lo difícil que es vivir de la profesión, pero también cómo esa experiencia la marcó para siempre. Ahora se enfoca más en comunicación para el desarrollo, convencida de que desde ahí también puede aportar a las comunidades. Natalia Toscano y Brian Nilo, en cambio, mantienen el periodismo como brújula. “El premio fue un antes y un después… me abrió puertas, pero sobre todo me dio nuevas gafas para ver la realidad”, dice Toscano.
Detrás de sus historias quedan algunas claves que pueden servir a cualquier estudiante que sueñe con un Simón Bolívar: elegir bien la historia, volverse ñoño con la investigación, definir roles claros en el equipo, confiar en los demás, ser muy recursivo cuando todo se complica y, por encima de todo, mantener la pasión.
Al final, tanto en Yacopí como en las cárceles, el periodismo universitario demostró que puede ir más allá de un requisito de clase. Puede ser una forma de visibilizar realidades que suelen quedarse a la sombra, porque lo que sostiene todo es lo mismo: las ganas de contar una buena historia.
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