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31 de Octubre de 2025 13:33
Son las 10 de la mañana y la oficina de la Gestora Social de Zipaquirá se llena de la luz que entra por una ventana grande, iluminando el piso de madera típico de una alcaldía. Alrededor, hay tres escritorios: el de Yury López, impecable y acogedor; el del asesor del alcalde; y el de la diseñadora gráfica. Cada superficie está rodeada de objetos estampados con la palabra “Zipa”: gorras, delantales, tazas y demás recuerdos que transmiten identidad local.
Un aroma a café flota suavemente en el aire, mientras Yury me recibe con una sonrisa amplia y cálida, invitándome a sentarme frente a ella. Es una mujer alta, de cabello color chocolate, con unas uñas siempre bien arregladas. Se viste formal pero no tan elegante, pues suele combinar chaquetas de oficina con tenis cómodos. Mientras habla, entrelaza sus manos sin dejar de sonreír, un gesto que transmite cercanía y serenidad. Esa imagen se completa con su chaqueta azul con el estampado “Despacho Zipaquirá”, un distintivo que resume su identidad y compromiso con la ciudad.
Su trayectoria en la administración municipal comenzó como asistente de despacho, un cargo discreto que le permitió conocer desde adentro la dinámica de la alcaldía. “Fue muy bueno empezar desde ahí, pues pude ver toda la gestión que debe tener esta dependencia”, recuerda con humildad. A pesar de no tener carrera universitaria, Yury asegura con convicción: “Lo más importante no es el título, sino la pasión por ayudar y la capacidad de aprender en el camino. Siempre he creído que la vida es una escuela constante y que lo que uno hace con amor deja huella”.
Su primer proyecto liderado, el Zipa Torta Fest, le enseñó a coordinar, gestionar recursos y convocar a los distintos actores de la comunidad. “Tuve que enfrentarme a retos como conseguir patrocinios, organizar la asistencia y administrar los recursos; pero conté con la ayuda del asesor del alcalde y eso fue fundamental. Fue una experiencia que me mostró que los grandes logros se construyen en equipo”, comenta.
Hoy, como gestora social, es pieza clave en iniciativas que impactan directamente la vida de los ciudadanos. Recuerda con emoción su gestión para que la Gobernación de Cundinamarca otorgara ayudas a la Casa Social de la Mujer: “Fueron toneladas de tela, computadores, muebles… y ver la alegría de quienes reciben todo esto me llena de emoción. Sentir que una persona que estaba esperando una oportunidad la recibe gracias a nuestro trabajo es lo que me da fuerzas para seguir”.
Quienes la conocen de cerca, como su esposo, Juan Gabriel Moya, destacan su trabajo constante y su entrega: “Es una mujer muy trabajadora a quien le gusta hacer las cosas bien y siempre busca el bienestar de los demás. Estoy seguro de que seguirá ayudando a muchas personas por su capacidad y su carisma. Si algo la define es que nunca se rinde, incluso en los momentos difíciles”.
La cercanía con la gente es otro rasgo que ha marcado su carrera. Yury asegura que su alegría y espontaneidad le han permitido ganarse la confianza de todos: “Me encanta ayudar a los demás y hacer lo que está a mi alcance; siento que puedo hacer la diferencia”.
A lo largo de su trayectoria, ha recibido el premio nacional Gran Orden al Mérito de Gestión Social, un reconocimiento que honra su labor a nivel local y nacional. “Estar en el Congreso, recibir la medalla y el diploma, rodeada de grandes mujeres, fue muy especial. Ese momento me confirmó que todo esfuerzo vale la pena, y que lo que hacemos desde un municipio también puede inspirar a nivel nacional”, recuerda con orgullo.
Su vida va más allá de la oficina. Pastora en su iglesia, madre y esposa, combina la espiritualidad, el deporte y la familia para mantener un balance que le permite dar lo mejor de sí en cada proyecto. Tiene dos hijos, quienes junto con su esposo han sido su mayor soporte. Los fines de semana suele madrugar para montar bicicleta, una de sus pasiones, ya sea con amigos o acompañada de su pareja. Esa conexión con el deporte la llena de energía y le recuerda la importancia de cuidar de sí misma para poder servir a los demás.
En su iglesia también dedica tiempo a orientar y aconsejar a personas que buscan apoyo espiritual, liderando reuniones en las que escucha, comparte y fortalece a la comunidad. “Desde que llegué a Zipaquirá supe que quería aportar y formar parte de esta ciudad, y la familia siempre ha sido mi soporte para poder hacerlo”, afirma.
Yury López es, ante todo, una mujer que transforma su entorno con alegría, organización y pasión. Ella demuestra que el servicio a los demás puede ser fuente de inspiración. En sus palabras y en su vida queda claro que servir no es un cargo ni una obligación: es un estilo de vida que, en Zipaquirá, seguirá marcando huella por muchos años más.
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