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17 de Noviembre de 2025 11:30
La primera vez que vi a Nicolás Sánchez Salazar fue en una de las últimas fiestas de quince años a las que asistí. En medio de una multitud con copas en mano, en una amplia hacienda campestre, lo observé tomar asiento con esa elegancia y pulcritud que siempre lo han distinguido: bléiser azul, mancuernas en las mangas y una postura erguida. Era 2021, justo cuando Colombia comenzaba a salir del Estallido Social.
Me sorprendió que, con apenas 16 años, ya estuviera dando sus primeros pasos en la política y a punto de ingresar al Partido Conservador, al que se uniría formalmente un año después. Pero para entenderlo mejor, hay que retroceder un poco más. A los 11 años, Sánchez Salazar ya tenía claro qué quería estudiar. Con la convicción de una pareja a punto de decir “sí, acepto”, declaró que su camino era la Economía.
Contactarlo no fue sencillo. Uno pensaría que ubicar a un estudiante de Economía de la EAN sería tan fácil como buscarlo en redes sociales o ir a la universidad. Pero no. Nicolás no suele responder el celular con frecuencia, algo comprensible si se considera que, a sus 20 años, lleva una agenda bastante apretada.
El 21 de noviembre de 2019, fecha en que inició el Paro Nacional, sigue siendo una herida abierta en la memoria colectiva del país. Para muchos, ese día significó desesperanza; para Nicolás, fue el punto de partida. “Ver un entorno tan violento y destructivo me hizo entender que debía empezar”, me dijo. Ver a Bogotá envuelta en gases lacrimógenos, sangre y escombros no lo hizo huir, sino reafirmar su decisión de quedarse y devolverle algo a la tierra que tanto le ha dado. “Llenar sus vacíos”, como él mismo lo expresa.
Durante nuestra conversación, entre tazas de café humeantes y el aroma de tortas recién horneadas, me relató cómo comenzó todo. Al principio no pensaba vincularse a ningún partido político —“a la gente no le gustan los partidos”—, pero siempre se mantuvo firme en su ideología, influenciado por uno de sus referentes: Enrique Peñalosa.
Se define como alguien de centroderecha, y lo curioso es que en su familia no hay antecedentes políticos. Tras unirse al Partido Conservador, en los últimos meses de su etapa escolar —que culminó en diciembre de 2022—, vivió un momento de introspección durante una clase de matemáticas, poco después de la posesión de Gustavo Petro.
Con el esfero girando entre sus dedos, miró su cuaderno, ese que había sido testigo de su formación. En una de sus páginas escribió dos palabras: “creer” y “crear”. Ese se convirtió en su lema: “Creer, por respeto a la religión; crear, por hacer algo más allá de alcanzar un cargo”. Así nació Creo Ciudad, una fundación pensada para visibilizar a líderes juveniles y devolverles la esperanza en una política que beneficie a las nuevas generaciones, que inspire un sueño colectivo: una ciudad mejor.
Una de las barreras más grandes fue el prejuicio de la inexperiencia. En una entrevista radial, sorprendió a los locutores por su capacidad de argumentar sin ponerse a la defensiva. No buscaba agradar, sino sustentar sus ideas. Ese es uno de los principios de Creo Ciudad: “No hay que jugar a ser políticos, sino fomentar la discusión y la participación juvenil con objetivos reales y concretos”.
Su candidatura le permitió adquirir aprendizajes valiosos que hoy nutren la fundación y sirven de ejemplo para otros jóvenes. Desde el inicio, su enfoque fue claro: abrir un espacio de debate juvenil y abordar temas de desarrollo urbano. “Siempre creí en la posibilidad de abrirle las puertas a quienes quisieran encontrar nuevas oportunidades: activistas, políticos, empresarios, deportistas o estudiantes. No se necesita un cartón para hacer algo por la ciudad”.
En el primer semestre de 2023, se le presentó su primera gran oportunidad: las elecciones al Concejo. Ya con ideas más maduras, me confesó que no fue una decisión sencilla. Dudó entre lanzarse o apoyar a otro candidato con mayor respaldo. Incluso, tuvo reparos en contárselo a su madre. “No me quería decir, porque en la iglesia había una chica que también se lanzaba. Pensó que no me gustaría”, recuerda ella. “Pero cuando lo supe, admiré su valentía. Siempre estuve dispuesta a animarlo a seguir adelante”.
En su infancia, uno de sus pasatiempos favoritos era el patinaje, que practicaba junto a su amiga Sofía, con quien también hablé. “Patinábamos por las tardes después del colegio, nos ayudaba a matar la soledad”, me dijo con nostalgia. A pesar de su incursión en un mundo que a veces transforma para mal, Nicolás no ha perdido su esencia. “Siempre fue reservado y solidario. Para mí, sigue siendo ese amigo con el que compartía tardes agradables”.
Sánchez Salazar se ve a sí mismo no como alguien movido por causas, sino por procesos constructivos. Un enfoque que no siempre es comprendido, pero que le permitió entender que su candidatura fue un ejercicio de posicionamiento. Bogotá y la región de Sabana Centro tienen estructuras de poder cambiantes y complejas, pero eso no lo desanima. Al contrario, ha identificado una desconexión institucional en muchos niveles de gobierno. “La clave está en comunicar bien, porque de ahí nacen las oportunidades”, afirma. Es una lección que también aplica en Creo Ciudad, donde impulsa a jóvenes a posicionarse y estructurar sus narrativas.
Hoy, Nicolás se encuentra un poco más alejado del ámbito electoral. Aunque sigue amando la política, defiende la importancia de no descuidar los proyectos personales. “Hay una vida que construir y, a veces, el activismo no es el mejor campo laboral. Es fundamental darle forma al futuro propio”.
Creo Ciudad avanza por etapas. Ya superó la inicial, que consistía en identificar y acoger líderes. Algunos se han perdido en el camino, otros siguen activos. Pero el objetivo permanece: seguir aprendiendo, debatiendo y soñando con una ciudad mejor.
Aunque su rutina lo acerque más a los estudios y a la vida adulta que a la política electoral, Nicolás insiste en que Creo Ciudad es prueba de que aún hay espacio para creer y crear en Colombia. Su mayor satisfacción no está en un cargo ni en los votos obtenidos, sino en haber encendido la chispa en otros jóvenes que, como él, decidieron no renunciar a la idea de transformar Bogotá.
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