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17 de Noviembre de 2025 09:11
De sonrisa cálida y mirada serena, Martha Hernández Arango transmite equilibrio y seguridad. Su porte discreto y su expresión tranquila reflejan el temple de una mujer acostumbrada a decidir con convicción y empatía. Con determinación y claridad, lidera las decisiones que trazan el rumbo financiero de Colombia.
Como directora general del Presupuesto Público Nacional, supervisa la asignación de recursos que sostienen la educación, la salud, la infraestructura y el funcionamiento del Estado. Su carrera, construida con más de treinta años de experiencia en la función pública, refleja una combinación de rigor técnico, amor por lo público y disciplina personal. Desde sus primeros pasos en la Secretaría de Hacienda de Bogotá hasta ocupar el cargo más alto en el presupuesto nacional, ha demostrado que la vocación y el compromiso pueden transformar no solo la propia vida, sino también la de millones de colombianos.
Nacida en Bogotá, se graduó como administradora de empresas en la Universidad Nacional de Colombia y se especializó en derecho tributario y aduanero, complementando ahora su formación con una maestría en gestión pública.
Su ingreso al mundo de las finanzas públicas fue casi inesperado. En 1993, una amiga la recomendó con el entonces director del presupuesto de Bogotá. “Me dijo: ‘Usted es administradora de empresas, ¿qué sabe de presupuesto?’ Y yo le respondí: ‘Deme la oportunidad y le demostraré que soy juiciosa’”, recuerda. Así, sin concurso ni experiencia previa en el sector público, comenzó su camino en la Secretaría de Hacienda de Bogotá, siendo la profesional más joven del equipo.
Los primeros años estuvieron llenos de aprendizajes y retos constantes. Martha tuvo que familiarizarse con normas fiscales, ejecutar gastos bajo estrictas regulaciones y coordinar con distintas entidades. “Uno no tenía idea de lo que era presupuesto, todo estaba normado, y tuve que aprender a ejecutar cada gasto según la ley”, afirma. Gracias a su constancia, disciplina y compromiso, fue ganando la confianza de sus superiores y colegas, desarrollando habilidades en análisis financiero, toma de decisiones y liderazgo, que serían clave para enfrentar los desafíos de su carrera en la función pública.
Aunque lleva apenas dos meses al frente de la Dirección General del Presupuesto Público Nacional, aborda su nuevo cargo con la experiencia acumulada en más de tres décadas. Recuerda sus inicios en Bogotá y cómo, poco a poco, asumió responsabilidades cada vez mayores: desde la dirección distrital del presupuesto hasta la subdirección financiera de varias entidades del Distrito. “Llegar a la Dirección Nacional de Presupuesto es el sueño de cualquier profesional en este campo”, afirma. Hoy enfrenta el desafío de consolidar procesos complejos, coordinar equipos y garantizar que cada asignación de recursos cumpla con la normativa y responda a las necesidades reales del país.
En su rutina, los días largos y los fines de semana de trabajo siempre fueron una constante, y con ellos, los sacrificios de su familia. “Es duro”, admite, recordando las largas jornadas y fines de semana que le exigió su trabajo en la Secretaría de Hacienda y otras entidades. Tiene tres hijas, y reconoce que “ellas han sido sacrificadas porque, obviamente, si estaba en Bogotá en la dirección de presupuesto, salía tarde; siempre me ha tocado trabajar sábados o domingos”.
Aun así, nunca estuvo sola: su esposo la acompañó en cada paso, brindándole apoyo y estabilidad. Entre intentos de compensarlas en vacaciones, reconoce que no siempre era suficiente: “no me las tomaba completas, pero poco a poco traté de compensar”. Hoy asegura tener una buena relación con su familia, aunque la exigencia del cargo puede ser intensa, dice: “ellos saben que soy una buena mamá y una mujer comprometida”.
En su hogar también hay espacio para los pequeños placeres: sus mascotas, que no esperaba tener, se convirtieron en una compañía muy linda, que le aporta alegría y calidez. Para Martha, estos vínculos familiares son el soporte que le permite enfrentar la presión de su cargo y tomar decisiones con claridad y humanidad.
Cuando se le pregunta por sus hobbies, ríe y responde jocosamente: “mi trabajo”. Pero no es un comentario vacío; refleja años de dedicación y amor por lo que siempre soñó, aunque en su momento parecía un objetivo lejano. Confiesa que llegar a dirigir el presupuesto nacional era un sueño que no creía alcanzar: “siempre quise ser administradora de empresas… pero no sabía que existía el tema de presupuesto en esa época… y hoy estar aquí es algo que nunca imaginé, pero que me llena completamente”.
Su disciplina y compromiso la han acompañado desde joven: trabajar sábados, domingos o hasta altas horas de la noche nunca le pareció un obstáculo, sino parte de un camino cuidadosamente construido. Para ella, su amor por lo que hace y su constancia son inseparables: cada número, cada decisión presupuestal, refleja no solo profesionalismo, sino también la pasión y el esfuerzo que ha soñado durante toda su vida.
Daniel Rodríguez, su mano derecha desde hace más de cinco años, ha acompañado a Martha en tres entidades distintas. Él la describe como una líder exigente pero profundamente humana. “Siempre que uno va a trabajar con ella, plantea tres pilares principales: el compromiso, la lealtad y la honestidad”, afirma.
Según Rodríguez, esos principios guían no solo su manera de dirigir equipos, sino también su vida personal. “Todo lo lee, todo lo revisa, tiene un control de calidad muy bueno. Parte del principio de leer, entender y formarse para poder liderar”, destaca.
También resalta que su liderazgo es de tipo transformacional: “enseña con el ejemplo, te motiva y busca que las personas crezcan como profesionales y como seres humanos. Tiene en cuenta tus opiniones, las mejora y las potencializa”.
En lo personal, Daniel asegura que trabajar con ella ha sido “el mayor reto y a la vez el mayor aprendizaje” de su carrera. De ella aprendió a creer en sí mismo y a valorar el sentido de pertenencia con cada entidad. “Trabajar con la doctora Martha —dice— es ponerse la camiseta por la institución y por el equipo, porque ella lo hace todos los días”.
“Uno tiene que creer en uno mismo; si uno tiene fe en uno mismo, es capaz de hacer lo que uno quiera… todos, pobres o ricos, podemos lograr lo que queramos en la vida”, afirma con convicción. Su historia es prueba viva de esta filosofía: de una infancia con recursos limitados, llegó a ocupar el cargo más alto en la administración del presupuesto nacional, escalando paso a paso con disciplina, esfuerzo y amor por lo que hace.
Entre cifras, balances y audiencias interminables, Martha demuestra que la función pública puede ser un espacio de dedicación y compromiso. No solo contabiliza pesos: invierte su disciplina, su amor por el trabajo y la fuerza de su historia personal para que cada decisión refleje una realidad colombiana.
Su vida, marcada por sacrificios, constancia y sueños que parecían lejanos, es hoy un ejemplo de que la vocación, la perseverancia y la fe en uno mismo pueden transformar no solo la trayectoria de una persona, sino también la de millones de ciudadanos que dependen de cada cifra que supervisa. Cada número que revisa es, al mismo tiempo, un reflejo de su humanidad y de la confianza en que todo lo que uno se propone, se puede lograr.
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