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2 de Octubre de 2025 13:48
A los 13 años, Hanny Castellanos ya sabe lo que es ser campeona panamericana de patinaje. Entre entrenamientos, caídas, apoyo familiar y largas horas en la pista, esta joven tiene claro a dónde quiere llegar: ser la mejor del mundo.
En las pistas de Bogotá, donde el sonido de las ruedas sobre el asfalto marca el pulso de cada jornada, Hanny se ha ganado un lugar. A su corta edad ya ostenta un título panamericano, un logro que para muchos parecería lejano, pero que para ella es el resultado de años de constancia y del amor inagotable por un deporte que la acompaña desde la infancia.
Lejos de hablar de sacrificios con amargura, Hanny describe sus entrenamientos con entusiasmo: “Hoy toca sufrir, pero es chévere”, dijo. Para ella, las exigentes jornadas son espacios de aprendizaje y compañerismo. La victoria no se mide solo en medallas: también está en compartir con sus amigas, en la complicidad con su entrenador y en la certeza de que cada día se acerca un poco más a sus metas.
Sus objetivos son claros: ser campeona mundial y, si es posible, la mejor del planeta. No lo dice como un sueño ingenuo, sino con la seguridad de quien ya demostró que la disciplina abre camino. “No solo hay que entrenar el cuerpo, también la mente. Hay que confiar en uno mismo”, afirmó. Esa confianza la impulsa a enfrentar cada competencia con convicción.
El camino, sin embargo, no siempre ha sido recto. A los 11 años sufrió una fuerte caída que le dejó una fisura en la cabeza y la obligó a un mes de reposo absoluto. Recuerda la sensación de perder la conciencia y despertar con la vista borrosa. El miedo la acompañó durante un tiempo, pero aprendió a superarlo. Hoy habla de ese episodio como de una experiencia dura que la hizo más fuerte.
Su entrenador, Jonathan Hernández, la acompaña desde hace año y medio y ha sido testigo de su evolución. Con más de una década formando patinadores, reconoce en ella algo poco común a esa edad: madurez deportiva. “Es receptiva, entiende rápido las correcciones y las aplica. Lo técnico se le da con facilidad, por eso ahora trabajamos más en la parte táctica. Además, sabe manejar tanto las derrotas como las victorias”, aseguró.
Ese talento la ha convertido en la rival a vencer en su categoría. Mantenerse como referente implica un reto adicional: todos observan sus movimientos y esperan la oportunidad de superarla. “El desafío es sostener el nivel”, señaló Hernández. Para lograrlo, Hanny cuenta con un equipo de especialistas en fisioterapia, nutrición y psicología que le brindan una preparación integral.
En esa construcción, la familia ha sido fundamental. Sus abuelos, orgullosos, destacan la disciplina y responsabilidad de su nieta. Ellos la acompañan a entrenar cuando sus padres no pueden y le recuerdan siempre que lo importante es disfrutar del deporte.
El año pasado, entre competencias y entrenamientos, perdió casi un periodo completo en el colegio. La solución fue migrar a la educación virtual, una decisión que le permitió organizar mejor su tiempo y enfocarse en el patinaje, aunque a veces extrañe el ambiente escolar.
La disciplina atraviesa cada aspecto de su vida: cuida su descanso, sigue un plan de nutrición y entiende que la recuperación también hace parte del entrenamiento. Esa seriedad la diferencia de otros jóvenes de su edad y refuerza lo que su entrenador describe como un enfoque poco común.
Hanny también ha aprendido a lidiar con las críticas. No se deja afectar por los comentarios negativos: si algo le sirve, lo aprovecha para mejorar; lo demás, lo descarta. Ese carácter la ha fortalecido frente a la presión de ser observada en cada competencia. “Siempre hay alguien pendiente de lo que haces para tratar de evitar que ganes. La clave está en entrenar fuerte y probar nuevas formas de competir”, indicó.
Sus referentes son patinadoras colombianas como Gabriela Rueda y Manuela Rodríguez, de quienes admira la fortaleza y la disciplina. Sueña con seguir sus pasos y convertirse también en un ejemplo para otros, mostrando que con esfuerzo y constancia es posible alcanzar grandes metas.
El entorno coincide en que tiene lo necesario para lograrlo: sus abuelos resaltan su responsabilidad, su entrenador la proyecta como campeona del mundo, y ella misma se ve como alguien capaz de inspirar. “Quiero que me vean como alguien que lo intentó todo, que fue disciplinada y logró sus metas”, dijo con convicción.
Si pudiera hablar con su yo más pequeña, el consejo sería claro: “Sigue soñando y luchando por lo que quieres”. Con ese mismo espíritu afronta cada día en la pista, consciente de que el patinaje no es solo velocidad, sino también confianza, disciplina y pasión.
En un país potencia mundial en este deporte, la historia de Hanny apenas comienza. Con una medalla panamericana en el bolsillo y la mirada puesta en lo más alto del podio global, su recorrido promete ser largo. Aunque aún está en la adolescencia, ya demuestra que la combinación de disciplina y sueños puede ser tan poderosa como la mejor arrancada en una competencia.
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