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7 de Septiembre de 2025 16:00
A primera vista, Juan Camilo Vergara es un hombre de sonrisa enorme y mirada franca, de esos que parecen cargar una historia en cada gesto. Su tono de voz transmite entusiasmo, incluso al recordar los episodios más difíciles, y esa energía explica por qué es capaz de liderar una empresa de más de 350 empleados sin perder la cercanía con su gente.
Sentado en un sillón color tierra, con las piernas cruzadas y una sonrisa amplia que ilumina su rostro, Juan Camilo Vergara transmite cercanía y calma. Lleva una chaqueta negra ligera sobre una camiseta blanca estampada, unos jeans azules desgastados y tenis blancos. El estilo es relajado, cotidiano, pero al mismo tiempo cuidado: refleja a un hombre que prefiere la comodidad práctica antes que los excesos, y que proyecta seguridad sin necesidad de lujos aparentes.
A sus 45 años, Juan Camilo es el fundador y CEO de FXA by Fuxia, una marca de accesorios femeninos con presencia nacional e internacional. Su historia comenzó de la forma menos glamorosa: vendiendo ropa en el centro de Bogotá después de regresar de México, donde había intentado iniciar estudios en Ingeniería de Sistemas.
Deportado junto a su familia y sin nada más que una maleta de ropa y unas ollas, debió trabajar en lo que fuera para sostener a sus padres y a su hermana menor. Su padre había sufrido un derrame cerebral, su madre se volcó a cuidarlo y la carga económica cayó sobre Juan Camilo. Con el tiempo, tras ahorrar en conjunto con su familia, logró comprar su primer carro, el bien más preciado de su juventud y la herramienta que le permitió sobrevivir vendiendo mercancía.
Fue entonces cuando apareció en su vida Luz Alba Ochoa, a quien describe como su “ángel con patas”. Ella lo acompañó durante seis años, guiándolo y ayudándolo a no dejarse seducir por atajos fáciles en medio de la necesidad. “Yo me levantaba con ideas brillantes para salir de la pobreza de un día para otro, pero ella me aterrizaba, me hacía ver las consecuencias. Gracias a ella no tomé malas decisiones”, confiesa con gratitud.
Debido a la escasez económica, decidió vender su carro. Vergara no imaginaba que estaría dando el primer paso hacia la construcción de su propio imperio. Con ese dinero abrió su primera tienda en el centro comercial Galerías en 2006. El riesgo valió la pena: en menos de un año ya había abierto cuatro locales y facturado más de 70 millones de pesos. Hoy su empresa mueve entre 40.000 y 50.000 millones anuales. “Con lo que me devolvieron, me voy para Galerías mañana a buscar un local… y al día siguiente encontré el mismo que había soñado. Me estaba esperando”, recuerda Juan Camilo sobre la decisión que marcaría el inicio de FXA.
En la pandemia, cuando no podía pagar salarios completos, reunió a su equipo y confesó la situación. La respuesta lo marcó: “Tranquilo, jefe, yo trabajo sin plata, págueme como pueda”. Ese día entendió que el vínculo que había tejido con sus colaboradores iba más allá de lo laboral.
Se define como un hombre que disfruta la vida en equilibrio. “Hace años dejé de trabajar porque lo disfruto tanto que ya no lo siento como una carga”, asegura. Para él, la empresa dejó de ser solo una fuente de ingresos y se convirtió en un proyecto de vida que se integra con su rol como padre, jefe y amigo. Reconoce que la presión y las responsabilidades son altas, pero las asume con serenidad: “Obviamente hay momentos de tensión, de estrés, pero entendí que ese es el precio de construir algo grande. Y yo lo pago con gusto”.
Ese equilibrio del que habla no significa ausencia de dificultades, sino la capacidad de enfrentarlas con calma. Convencido de que cada obstáculo es una oportunidad de aprendizaje, se muestra agradecido por el camino recorrido. “Soy un hombre feliz. Amo lo que soy, lo que tengo y lo que seré”, concluye con firmeza.
Más allá de los negocios, Juan Camilo se reconoce como un hombre de familia. Está soltero y tiene una hija de 16 años, Silvia Vergara, quien se ha convertido en su mayor inspiración. Ella lo describe con ternura: “Mi papá es mi superhéroe. Desde pequeña me peinaba, me cantaba todas las noches y me contaba cuentos. Hoy me enorgullece todo lo que ha construido. A veces se enoja rápido porque vive bajo mucho estrés, pero enseguida se le pasa. Para mí, siempre será el hombre de mi vida”.
En su tiempo libre le gusta cocinar, hacer ejercicio y compartir momentos sencillos con sus seres queridos. Para él, el éxito no se mide en cifras, sino en la posibilidad de disfrutar la vida con quienes más ama.
“Si lo tuviera que definir en una palabra sería disciplina”, dice su amiga más cercana, María Mendoza. “Es incapaz de decir que no, nunca se queja y siempre está para los demás. Esa intensidad y persistencia lo hacen imparable”. Quizás por eso, para Juan Camilo los logros no se miden solo en números. “El éxito es la consecución progresiva de un sueño”, repite él con convicción. Por eso celebra con la misma emoción haber llevado a su familia a un hotel en Girardot, que abrir tiendas en Estados Unidos y ver sus productos en vitrinas internacionales.
FXA sigue expandiéndose, con locales en Bogotá, Chía y Cajicá. La Sabana de Bogotá representa para él no solo un punto estratégico de crecimiento, sino también un símbolo de que los grandes sueños pueden construirse desde territorios periféricos. “Yo siento que en la Sabana están las nuevas oportunidades de Colombia. Allí hay un público que quiere consumir, que busca calidad y que nos reta a ser mejores”, asegura.
Con serenidad, expresa que no le preocupa el futuro: “Las caídas me han hecho más fuerte. No me da miedo empezar de cero, porque ya lo he hecho varias veces”. Su historia es la de un joven que cambió un carro por un sueño y terminó construyendo un imperio. Un relato de disciplina, fe y perseverancia que demuestra que el éxito no es un destino, sino la capacidad de levantarse y volver a intentarlo.
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