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19 de Septiembre de 2025 23:52
En las calles de Sopó, Cundinamarca, el apellido Talero suena a ciclismo. Cristihan Talero, ganador de una etapa del Clásico RCN, una etapa de la Vuelta al Táchira y otra de la Vuelta a Bolivia, tuvo una carrera exitosa pero ingrata en términos económicos. Tras años de esfuerzo, se vio forzado a retirarse de forma prematura a sus 30 años. “Lo que hice en el ciclismo fue bueno, pero uno tampoco vive de eso; acá en Colombia no es muy bien pago”, confiesa. Y, con la misma franqueza, admite: “Me faltó haber sido más lambón”, una reflexión que aún retumba en su mente cinco años después de colgar la bicicleta.
Sin embargo, hoy dice estar enfocado en un nuevo propósito: retomar lo aprendido para apoyar a quienes están construyendo una carrera prometedora, entre ellos su hijo Andrés y su sobrina Emily.
Cristihan es un hombre serio, que en ocasiones no es de muchas palabras; sin embargo, al hablar de su hijo Andrés es imposible no notar cómo se le iluminan los ojos y cómo sus palabras reflejan el orgullo que siente. Andrés tiene 17 años, es un joven tranquilo, algo serio al igual que su papá. Tras haber ganado un tricampeonato departamental, un campeonato interclubes y un bronce en el campeonato nacional, está más enfocado que nunca. ¿Su próxima meta? La Vuelta al Porvenir en octubre, un paso más hacia el sueño que lo impulsa. Quise saber cuál era su sueño definitivo y, sin pestañear y con una seguridad que desarmaba, me dijo que su meta es el Tour de Francia.
Para conocer más sobre su proceso, Conexión Sabana 360 preguntó a Cristihan de forma directa si actualmente lidera el entrenamiento de su hijo: “Estuve hasta el año pasado, solamente trabajábamos los dos, el trabajo que yo le ponía para que hiciera. Este año nos llegó una marca nueva también de patrocinadora que quiso aportar con ayuda en las carreras. La marca es Threshold Safer, esa marca es gente que prepara deportistas como recreativos, pero entonces ellos se quisieron expandir y demostrar que no solamente era para recreativos sino también para deportistas profesionales”, respondió.
Hoy, con la llegada de Threshold Safer, parece que a Andrés se le empieza a abrir esa puerta de los patrocinios que a su padre tanto le costó durante años.
Cuando los Talero se refieren a la característica más importante para un ciclista, ambos la tienen clara: la disciplina es el pilar esencial para el éxito. “Es complicado, cuesta, porque el ciclismo es un deporte de mucha exigencia; son tres, cuatro horas montado en la bicicleta, aguante sol, aguante lluvia, aguante las dos con estos climas que hacen acá en la Sabana, todo es incierto”, dice Cristihan.
Por eso, Andrés entrena seis días a la semana. A veces inicia la sesión en la tarde, justo después de salir de clases a las 3 o arranca desde las 7 de la mañana, cuando su agenda se lo permite. Cuida su alimentación y se esfuerza por reconocerse como atleta. Su papá asegura: “no tengo que hacerle el desayuno, nadie le tiene que decir que entrene”. Cristihan se ha encargado de que su hijo se convierta en un joven constante y enfocado.
Por otro lado, resulta interesante conocer la experiencia de ser entrenado por su padre:
David Àlvarez: ¿siente que eso hacía el proceso más difícil y exigente o, por el contrario, más flexible y permisivo?”.
Andrés Talero: “no, exigente no. La verdad, creo que es mejor entrenar con una persona que está muy unida a uno; así los dos se entienden muy bien. Los entrenamientos resultan más claros y precisos, y trabajar con alguien con quien uno se comprende mejor es, creo yo, la mejor opción”.
Y, eso, a juicio de ambos (la combinación entre los conocimientos de Cristihan y el juicio de Andrés) parece haber dado sus frutos hasta el momento,
La familia Talero tiene ciclistas de todas las categorías, veteranos y juveniles. A media entrevista llegó la joven Emily Talero, con su casco, lentes, bicicleta con el manubrio partido y cierta inexpresividad, un hecho que llama mucho la atención. Emily, a sus 14 años, es una de los cuatro de la familia que aún pedalean.
Cristihan, con melancolía, recuerda cómo en sus tiempos llegaron a ser incluso 10 ciclistas en la familia. Emily cuenta que más duro es lograr la tan añorada disciplina; en ocasiones le resulta difícil mantener el ritmo que el deporte requiere. Sin embargo, esto no fue impedimento para que lograra tres campeonatos departamentales. Hoy se está preparando para la Vuelta al Futuro y da la impresión de que, cuando se adapte a la exigencia de su familia, el cielo será el límite.
Dado el hecho de que es una familia extensa en cuanto a ciclistas, siempre es interesante saber si existen comparaciones internas.
DA: ¿Alguna vez se ha sentido comparado con su familia, o más bien percibe un ambiente de apoyo?
AT: No, la verdad es que es más un ambiente en el que uno se siente apoyado. Porque, pues, si uno lo practica solo no es tan bueno; pero si tiene más familiares o amigos montando bicicleta, mucho mejor
DA: Algo que cualquier fanático del deporte quisiera saber: ¿Cuál fue su victoria más importante, Cristihan?
CT: en niveles similares, las etapas ganadas en la Vuelta al Táchira, la Vuelta RCN y la Vuelta a Bolivia. Esas son tres etapas, de las que creo, son las tres carreras más duras a nivel de América. En Bolivia, por ejmeplo, corríamos a 4.000 o 3.900 metros de altura, y eso acá en Colombia no lo alcanzamos.
Hoy Cristihan emprende diferentes caminos en búsqueda de una mayor estabilidad para su familia. Considera que nunca fue un ciclista “comercial”. Actualmente trabaja como profesor de la escuela de ciclismo de Cajicá y estudia Cultura Física y Deporte en la Universidad Incca, institución que le brindó apoyo por ser deportista de alto rendimiento. Al haber terminado ya todas sus materias, considera que este es su mayor logro a nivel personal, pues significó salir de su zona de confort.
En Sopó, Cundinamarca, la familia Talero hace del ciclismo una herencia que une generaciones. Cristihan acompaña el camino de su hijo Andrés, próximo a la Vuelta al Porvenir, y de su sobrina Emily, que se alista para la Vuelta al Futuro. Entre madrugones, disciplina y silenciosos sacrificios, esta es una de esas historias que laten en la Sabana colombiana y que, lejos de los grandes titulares, merecen ser contadas.
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