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14 de Agosto de 2025 08:00
En el corazón de una Bogotá caótica y vibrante, donde el ruido de la calle se confunde con el descontento, una nueva escena musical emerge con la fuerza de una catarsis. Es aquí, en este crisol de frustración y energía, donde nace Laura Sal de mi Cabeza, una banda de Punk y Emo que ha convertido la hostilidad de la capital en su musa y su manifiesto.
Bogotá no es solo un escenario para la banda; es un miembro más, el antagonista que alimenta cada riff y cada grito. Para Samuel Rodríguez, vocalista y guitarrista, la inspiración puede surgir del acto más mundano y exasperante: enfrentarse al sistema de transporte público. “Canciones como '3K' son nuestro insignia. Nos basamos directamente en la experiencia del Transmilenio”, confiesa. “Un día, tal como dice la canción, me tocó caminar. Llegué a casa frustrado y pensé: ‘Tengo que sacar esta rabia’. Así nació la primera canción de la banda”.
Esa rabia, lejos de ser un sentimiento aislado, es el eco de toda una generación. Alex Velásquez, el baterista, lo define como un acto de liberación colectiva. “Este tipo de música es para el desahogo, para sacar todo lo que llevas dentro. Por eso en los toques se ve tanta pasión: la gente goza, corre, salta. Es muy bonito ver cómo la música mueve a las personas”. La banda entiende que el surgimiento de una escena Punk/Emo no es casualidad, sino una respuesta inevitable a un entorno que reprime y a la vez inspira. “Bogotá es una ciudad de caos”, añade Samuel. “Y con todas esas emociones reprimidas, queríamos expresarlo de alguna manera. Por eso nacen las bandas, para poder gritar”.
Aunque se declaran apolíticos en lo partidista, su música está empapada de una crítica social que nace de la experiencia diaria. Sin embargo, su verdadero desafío no es solo protestar, sino perdurar. En una escena que puede ser tan efímera como una noche de toque, ¿cómo se construye un legado?
La respuesta, para ellos, está en la autenticidad y la innovación. “Lo primordial es hacerlo desde el amor, hacer lo que siento y no pensar si le va a gustar a la gente”, reflexiona Samuel. Esta filosofía los ha llevado a explorar sonidos más allá de las fronteras del punk tradicional. Arturo Patiño, guitarrista, lo explica: “Con nuestro tema 'Vapopun', por ejemplo, exploramos el Post-punk ruso, inspirados por bandas como Molchat Doma. Queremos generar un impacto real usando géneros que no se ven tanto para no ser unos del montón”.
Este enfoque se basa en una idea que Arturo no teme citar, refiriéndose al concepto popularizado por Austin Kleon de "robar como un artista". “No se trata de robar, sino de reinterpretar. Uno siempre va a querer algo que ya hizo otro y basarse en eso. Las influencias son muy importantes, pero cada uno coge fragmentos y les da su propio toque para que terminen siendo algo distinto”.
Todo este proceso de autodescubrimiento quedó plasmado en su EP debut, 'Cenizas en el Patio'. Lejos de ser un producto final, la banda lo ve como una fotografía de sus inicios, un documento honesto de su evolución. “Esas canciones eran de nuestros inicios, cuando todavía estábamos descubriendo sonidos”, cuenta Alex. “Ya pasamos esa época. El EP podría interpretarse como un antes y un después para nosotros”.
Samuel, quien compuso la mayoría de los temas, revela la dualidad del disco. Por un lado, canciones como la metafórica 'Vapopun', que bajo una apariencia de amor tóxico esconde una crítica a la adicción a los vapes. Por otro, temas como 'Los Trazos', donde se despojó de los gritos para procesar emociones de una manera más introspectiva. “Sentí que ya cerré ese ciclo de desahogo y de mucha tensión. Por eso la música que tenemos actualmente es muy diferente”.
Hoy, Laura Sal de mi Cabeza sabe que la música no es suficiente. El performance en vivo, la energía sobre el escenario y la conexión con el público son cruciales. “La diferencia la marcan la musicalidad y el performance juntos”, afirma Alex. A esto se suma la necesidad de navegar el mundo digital, una tarea que, como admite el bajista Ángel Bedoya, los obliga a tener "una parte de influencer para hacer crecer el proyecto".
El futuro, como para cualquier banda joven, es incierto. El miedo a que los estudios o el trabajo disuelvan el proyecto es real. Pero la visión de la banda trasciende el éxito comercial. “Tenemos la fe de que, independientemente del rumbo que tomemos, podamos seguir tocando juntos”, concluye Alex. “Aunque sea por hobby, por la amistad que tenemos los cuatro”.
Es en esa honestidad donde reside su fuerza. Laura Sal de mi Cabeza no solo hace música sobre el caos de Bogotá; han aprendido a vivir en él, a darle forma y a transformarlo en un eco que, esperan, perdure mucho después de que el último amplificador se apague.
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