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3 de Octubre de 2025 13:00
1,3 billones de pesos fue el presupuesto asignado en 2024 al Ministerio del Deporte por el Gobierno del presidente Gustavo Petro. Un año después sufrió un recorte de 840 mil millones de pesos; es decir, 66% menos de los recursos otorgados en el periodo anterior. ¿A cuántos sueños y entrenamientos les dieron tijeretazo en este 2025?
Esa es la incoherencia del Estado colombiano: celebra a sus deportistas cuando ganan medallas y suben al podio, pero se ausenta durante el proceso que los lleva allí. A diferencia de países como Estados Unidos, donde el Comité Olímpico y Paralímpico destinó 233,9 millones de dólares (unos 926 billones de pesos colombianos), o el gobierno chino, que invierte alrededor de 3,2 mil millones de dólares (unos 12,8 billones de pesos colombianos) en infraestructura, ciencia deportiva y el bienestar de sus atletas, en Colombia el apoyo real es casi inexistente. Aquí solo abundan los aplausos.
Soy una aficionada del deporte y me emociona ver a nuestros atletas en el podio, escuchar el himno nacional y llorar de la emoción mientras lo canto. Pero me pregunto: ¿cuántas rifas tuvieron que vender para estar allí? El respaldo debe empezar antes de que el deportista se vista con los colores del país.
El caso de Juan Sebastián Ramírez, de 28 años, extenista de alto rendimiento, retrata bien esta realidad. A los 12 años decide apostarle de lleno al tenis, con la ilusión de alcanzar un nivel competitivo internacional. Su talento lo lleva a recibir ofertas de becas en universidades de Estados Unidos, pero el obstáculo es siempre el mismo: el dinero. Aunque llega a tener una beca del 90%, cubrir el 10% restante significaba entre 10 mil y 15 mil dólares anuales (aproximadamente 40 a 60 millones de pesos), una suma imposible de cubrir para su familia. “Mis papás intentaron rifas, buscar préstamos, pero no es posible. Ahí se empieza a perder la ilusión”, recuerda.
El Estado tampoco es una opción. Juan Sebastián y su familia tocaron puertas en la Liga de Tenis de Bogotá y la Federación Colombiana de Tenis, pero las respuestas fueron negativas. El poco apoyo que recibió vino de sus abuelos, sus padres y la generosidad de entrenadores que le rebajaban tarifas o le daban tiempo de cancha sin costo. “El gran problema es que en Colombia el verdadero apoyo llega cuando ya hay resultados. El semillero --los niños que tienen talento-- queda a la deriva porque nadie subsidia sus entrenamientos o facilita sus transportes a los torneos”, señala.
Hoy, a los 28 años, Juan Sebastián trabaja como supervisor logístico en una empresa americana y piensa que, con apoyo real, podría haber estado en el circuito Challenger o incluso cerca del top 100 del mundo. “Si hubiera contado con ese respaldo, al menos habría podido estudiar y competir en un college en Estados Unidos, como lo hizo Carlos Salamanca (un extenista profesional). Pero en Colombia el talento se fuga porque no hay cómo sostenerlo”, enfatiza.
Un deportista de alto rendimiento en Colombia puede necesitar entre 1,5 millones y 6,9 millones de pesos al mes para cubrir solo los entrenamientos, sin contar los viajes, implementos y preparación integral, dependiendo de la disciplina. La alta cifra de gastos resulta imposible de financiar para la mayoría de las familias.
Desde los ojos profesionales, la coach nutricional de alto rendimiento, María Cristina Peña, asegura que la falta de respaldo económico no solo afecta la preparación deportiva, sino también la salud integral de los atletas: “Es preocupante que muchos deportistas no reciban el apoyo necesario para solventar gastos básicos de entrenamiento, nutrición y suplementación. Sin el acompañamiento adecuado, se ven obligados a autofinanciar su carrera, sacrificando incluso su estabilidad personal con tal de cumplir sus sueños”.
María Cristina insiste en que el Estado y las organizaciones deportivas deben trabajar juntos para brindar un apoyo integral, que vaya más allá del entrenamiento físico: “Lo ideal sería que existieran becas, programas de apoyo en nutrición, psicología y medicina deportiva, además de una infraestructura adecuada para entrenar”. ¿Y qué tan posible y real sería esto en Colombia? ¿De dónde el Estado puede sacar el dinero?
En una nota publicada por el diario económico La República, la ministra del Deporte, Luz Cristina López, justificó el recorte al presupuesto alegando la crisis fiscal que atraviesa el país y explicó que en 2025 solo se contará con 460 mil millones de pesos, casi una tercera parte de lo destinado el año anterior. Sin embargo, este argumento contrasta con los discursos oficiales que exaltan a los atletas en sus triunfos, mientras en la práctica se les reduce drásticamente el apoyo.
Carlos Mora, director de la Liga Infantil de la Federación Colombiana de Golf, también advierte sobre esta realidad. Para él, “el Estado debería garantizar las condiciones mínimas: escenarios deportivos adecuados, entrenadores capacitados, programas de apoyo en transporte y nutrición. Sin eso, es muy difícil que un niño de cualquier región pueda proyectarse al alto rendimiento y llegar lejos”. Mora explica que desde su Liga han intentado llenar esos vacíos con el acompañamiento de entrenadores, convenios con clubes para que los niños puedan entrenar sin costo, y la creación de pequeños torneos locales que les den experiencia competitiva. Pero, insiste: “esos esfuerzos son limitados: si no hay inversión y apoyo económico del Estado, muchos talentos se quedan en el camino”.
El deporte en Colombia no puede seguir siendo un lujo de pocos ni un camino que se sostiene a punta de rifas y sacrificios familiares. Fomentarlo es invertir en futuro, en disciplina, en valores y en una juventud que necesita creer que sus sueños son posibles. Si el Estado acompaña de verdad a nuestros deportistas, no solo aumentaremos la obtención de medallas en competiciones regionales y mundiales, también cultivaremos un país más unido y orgulloso. El apoyo no puede quedarse en discursos ni en aplausos; debe sentirse en canchas, pistas y escenarios. Porque cada peso que se invierte en deporte es una oportunidad para escribir la Colombia que todos soñamos.
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