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30 de Septiembre de 2025 11:31
Cada vez que voy a un club de pádel en Bogotá y sus alrededores me sorprende ver cómo las canchas están llenas. Familias, jóvenes y hasta personas que apenas descubren el deporte lo practican con entusiasmo. El pádel, una mezcla entre tenis y squash que se juega en parejas dentro de una cancha cerrada de vidrio y rejas, está creciendo a un ritmo acelerado en Colombia. Solo en Chía y Cajicá, el número de canchas pasó de cuatro, en septiembre de 2023, a 23, en abril de 2024, un crecimiento de más del 200% en apenas ocho meses.
Siento, sin embargo, que todos jugamos dentro de una burbuja, disfrutamos el presente, pero no tenemos un futuro claro. La razón es sencilla y dolorosa: en Colombia no existe una federación de pádel reconocida por la Federación Internacional de Pádel (FIP).
Como aficionado, me he dado cuenta de que este vacío institucional nos condena a quedarnos estancados. Sin una federación, no hay un camino oficial para que nuestros jugadores compitan en el extranjero, no se organizan torneos nacionales con validez internacional y tampoco existe un respaldo ante el Ministerio del Deporte que garantice apoyo económico. En resumen: jugamos mucho, pero proyectamos poco.
La misma página de la FIP lo confirma: Colombia no aparece entre los países miembros. En cambio, países vecinos como Argentina, Paraguay y Venezuela ya tienen federaciones activas y participan regularmente en el calendario internacional. Emilio Montilla, fundador de TAC Colombia y organizador de torneos, lo expresó con dureza en una conversación: “lo que se necesita es una Federación de Pádel colombiana que pueda afiliarse al Ministerio del Deporte y obtener recursos estatales para impulsar selecciones y viajes internacionales”. Al escucharlo entendí que no se trata solo de formalidades administrativas; hablamos de abrirle la puerta al pádel colombiano hacia el mundo.
Y es que una federación no se crea de la nada. Según los decretos 1228 de 1995 de Función Pública y 1085 de 2015 del Ministerio del Deporte, en Colombia la ley exige que un número mínimo de ligas deportivas se unan, que se formulen estatutos claros y que el Ministerio del Deporte otorgue un reconocimiento oficial. Además, se necesita demostrar viabilidad económica: cuotas de afiliación de los clubes, un plan de desarrollo y un presupuesto mínimo que garantice que no será una entidad de papel. Solo con esa estructura se puede acceder a recursos estatales y patrocinios privados.
Lo más preocupante es cómo esta ausencia afecta a los jóvenes. Juan Pablo Maldonado, un jugador de apenas 18 años, me lo dijo sin filtros: “el hecho de que no haya una federación de pádel en Colombia es algo que perjudica, porque países como Argentina o España, con una federación organizada, hacen que los jóvenes puedan ser reconocidos a nivel nacional e internacional”. Su testimonio me dejó pensando en la cantidad de talento que se está desperdiciando en jóvenes que entrenan duro pero que nunca tendrán la oportunidad de ser parte de un circuito oficial si no cambia la situación.
Mientras tanto, el mundo no se detiene. La FIP impulsa programas como FIP Promises, un circuito juvenil que en 2021 apenas tenía tres torneos y que este año superó los 50. A partir de 2026 incluso se dividirá en circuitos regionales, con el fin de encontrar y apoyar talentos desde edades tempranas. Esta es una visión clara de desarrollo que contrasta con el desorden que vivimos en Colombia: torneos dispersos, sin un ranking nacional unificado ni categorías oficiales que permitan dar el siguiente paso.
La falta de federación no solo frena a los jugadores. También genera desconfianza en patrocinadores e inversionistas, que ven el pádel como un deporte sin una estructura sólida. Sin respaldo institucional, es difícil que empresas apuesten por financiar a jugadores o eventos, lo que reduce las oportunidades de profesionalización y crecimiento económico alrededor de este deporte. En otras palabras: seguimos viéndolo como un pasatiempo exclusivo de clubes privados, cuando en realidad podría abrirse como un deporte masivo con verdadero impacto social.
Lo curioso es que el camino ya está trazado. Otros países ya lo recorrieron y hoy disfrutan de los beneficios. Argentina, por ejemplo, consolidó su posición como potencia mundial, gracias al respaldo de una federación que organizó campeonatos nacionales, categorías juveniles y una presencia constante en los mundiales. Esa misma ruta es la que Colombia debería tomar si queremos que nuestros jugadores se midan de igual a igual contra los más grandes.
Por eso, mi posición es clara: sin una federación oficial, el pádel en Colombia está condenado a quedarse en lo recreativo. Podemos llenar canchas y organizar torneos privados, pero nunca lograremos reconocimiento internacional ni tendremos selecciones nacionales ni patrocinadores sólidos. La pasión de los jugadores y entrenadores es admirable, pero no basta. Necesitamos una entidad que organice, represente y potencie el talento nacional.
El pádel tiene todo para convertirse en un deporte fuerte en Colombia: afición creciente, infraestructura en expansión y talento de sobra. Pero no basta con el entusiasmo; necesitamos una federación que cumpla con los requisitos legales, reúna a los clubes y garantice respaldo económico para sostener proyectos a largo plazo. Ese es el paso mínimo para dejar de ver al pádel como un pasatiempo. De lo contrario, seguiremos condenando a nuestros jugadores a ser simples aficionados en lugar de verdaderos atletas.
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