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24 de Mayo de 2025 00:00
Más allá de que históricamente las personas que sufren esquizofrenia han sido foco de estigmatización por parte de la sociedad, ahora, con las redes sociales, se han popularizado comentarios y “chistes” alrededor de esta enfermedad mental, que son comunes en los jóvenes e incluso que han pasado a ser parte de su humor cotidiano.
Frases como “yo, en mi momento más esquizofrénico” o “mi amiga, la más esquizofrénica” son usadas por los usuarios de las redes para referirse a un momento extrovertido en el que se atreven a hacer cosas que no harían en otra situación. Definen la esquizofrenia como un “momento”, significado que no es cierto y no solo demuestra el desconocimiento que tienen sobre esta seria condición que afecta de manera negativa la vida de quienes sí la padecen, sino que sigue aumentando los prejuicios alrededor de la enfermedad.
La esquizofrenia, según el manual de criterios diagnósticos DSM 5, se manifiesta a través de dos o más de estos síntomas: alucinaciones con personas que no existen, delirios, comportamiento catatónico -que se refiere a una disminución o ausencia de movimiento-, discurso desorganizado y expresiones emotivas reducidas. Es una enfermedad que se presenta como una red de episodios de distinta complejidad que, aunque tengan tratamiento, médicamente no tienen cura y traen altas implicaciones en el desarrollo funcional de pacientes, como es el caso de Ella. Por tal motivo, no debería considerarse un estado de ánimo pasajero, como está viralizado en las redes sociales.
Ella es una mujer de treinta y nueve años, que ha padecido la enfermedad casi la mitad de su vida. Ha sido como una montaña rusa de idas y venidas, en las que ha cambiado de medicamentos, profesionales, actividades, ambientes y en las que ha enfrentado crisis, que son aquellos periodos en los que los síntomas de la enfermedad están en su pico más alto.
La enfermedad tiene casi la misma edad mía: diecinueve. Su primer signo de advertencia lo vio su madre hace unos dieciocho años, cuando Ella, sentada en una silla, se balanceaba y reía sola. A veces reía, a veces lloraba y a veces hablaba sola. Por las noches, en su habitación, Ella ya no dormía, porque sus pensamientos la invadían y era como si estuviera inmersa en otro mundo en el que no existía nadie real, solo personas creadas por su mente. Al tener su primer episodio en su etapa de juventud desarrolló un nivel de funcionamiento más bajo en sus ámbitos personal, interpersonal y laboral que una persona sin este trastorno mental.
Conforme pasaban los días, el comportamiento de Ella cambiaba y se volvía inusual. Estaba desempleada, pues acababa de terminar sus estudios universitarios. Justo le habían negado un empleo en el que se esmeró mucho por entrar. Aunque no se conoce la causa exacta del desencadenante, investigaciones sugieren que esta enfermedad puede tener bases genéticas que generan problemas durante el desarrollo. Sin embargo, no se desarrolla únicamente por esta razón. De hecho, hay personas que en su genética están propensas a desarrollar la enfermedad, pero que no se les manifiesta porque no han estado expuestas a un factor ambiental que agrave la situación. Para Ella, ese trabajo negado pudo ser el factor ambiental que desencadenó todo. Para otras personas, ese factor puede ser un abuso sexual, la muerte de un familiar muy cercano o una situación traumática.
Todos nosotros asimilamos la vida de forma distinta a raíz de esta situación, porque hemos vivido la enfermedad con ella y sabemos que debemos apoyarla en su proceso. No es fácil. Yo, por ejemplo, crecí con muchas dudas y preguntas sobre por qué Ella actuaba, se relacionaba y me hablaba diferente. Existe un gran desconocimiento sobre la enfermedad y nadie nos prepara para afrontarla. El principal afectado es el paciente, pero también el círculo de personas que le ayuda a afrontarla.
Las personas que vivimos de cerca este trastorno no tenemos cabeza para asimilarlo como un chiste. En el caso de Ella, la única red social que utiliza es WhatsApp y nunca ha visto este tipo de chistes en donde su enfermedad es una burla. Sin embargo, teniendo en cuenta que la esquizofrenia, según la Organización Mundial de la Salud, es más frecuente que se desarrolle entre los 20 y 30 años, los principales afectados son los jóvenes. De hecho, el Ministerio de Salud afirmó que en Colombia el 44,7% de la población infantil de 6 a 11 años, de adolescentes de 12 a 16 años y de jóvenes de 17 a 24 años muestran indicios de afectaciones en su salud mental. Es decir que gran parte de estos jóvenes, propensos a desarrollar esquizofrenia, han tenido acceso a este tipo de comentarios en las redes sociales y no es sano que desarrollen la enfermedad teniendo en su mente incrustados estos prejuicios.
Es necesario que, desde los centros educativos y desde las familias, se inculque una cultura de respeto hacia este tipo de condiciones de salud mental, para aumentar el conocimiento de las personas sobre esta enfermedad y otros trastornos mentales de los que los jóvenes son tan propensos a padecer. Estos jóvenes también tienen el poder de cambiar el ambiente digital y de hacer que sus palabras impacten positivamente, evitando generar más prejuicios en los jóvenes y en personas como Ella, que merecen respeto y comprensión de su condición.
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