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4 de Septiembre de 2025 10:24
En una esquina del Parque Principal de Chía, junto a la iglesia Santa Lucía, se encuentra “La Cigarrita”, un salón de onces fundado en 1958, donde el olor a pan fresco y café revive memorias de un pueblo que ya no es el mismo. Martha Lucía Parra, su actual dueña de 64 años e hija de la fundadora “Doña Anita”, ha vivido toda su vida en el municipio y ha visto cómo poco a poco se ha transformado. “Antes uno conocía a todo el mundo, no había tanta gente, ahora la gente no se conoce, no participa casi, ya no hay unión”, dice con nostalgia, mientras me sirve una porción de su famosa mantecada y un vaso de masato de arroz.
Para ella, el cambio ha sido evidente: “Ya la gente que llega no se involucra, no preguntan ni les importa la historia de nadie”. Martha recuerda que antes en el Parque Principal no había tanto negocio, eran puros hogares de familias que se conocían entre sí. "Uno ya sabía que estaba la familia García, que la familia Gómez, que la familia Barbosa, que la familia Canasto, los López, la familia Figueroa". Sin embargo, todo ese contacto no se ha terminado de perder por la misma voluntad de sus habitantes. "Ellos por acá vienen y es como un reencuentro, pero ya en calidad de clientes, no de vecinos".
Chía ha experimentado un crecimiento urbano desbordado, convirtiéndose en una ciudad dormitorio para muchos que trabajan en Bogotá. Esto ha generado una desconexión con la identidad histórica y cultural del municipio.
El ingeniero Orlando Hernández, exdirector de Ordenamiento Territorial en Chía, añade que “la llegada de nuevos residentes ha hecho que se pierdan tradiciones de los abuelos, el cultivo y la apropiación por el territorio”, y advierte que muchos de los nuevos habitantes “no se vinculan con el desarrollo del municipio, lo cual incrementa la pérdida de identidad”. Él también explica: "desafortunadamente al considerarse ciudad dormitorio, la comunidad no se integra al desarrollo del municipio, porque la mayoría de su tiempo se encuentran en otra ciudad trabajando o estudiando y los fines de semana no comparten espacios con los vecinos o población de su entorno”.
La doctora en estudios sociales Aurora María Pachano lo explica así: “Cuando una localidad experimenta un crecimiento descontrolado, las redes comunitarias que le daban cohesión comienzan a fragmentarse. Las personas ya no se relacionan con su entorno de la misma manera, lo que lleva a la pérdida progresiva de identidad cultural”.
Este diagnóstico lo confirma Orlando Pedraza, director de Luna Estéreo, quien resalta la importancia de los medios comunitarios: “desde la emisora tratamos de mantener viva la historia, la cultura, de contarle a la gente de dónde viene Chía y como era esto antes. Pero muchas veces, hay gente que ya no quiere oír eso, están pendientes de otras cosas”.
Martha Lucia recuerda con nostalgia y entre suspiros, cómo antes había actividades culturales muy diferentes que unían a los habitantes: "acá en la plaza antes hacían partidos y encuentros deportivos ¿Te imaginas cómo era jugar acá? Era una época muy chévere porque eran grupos, se reunía gente y nos unía más como pueblo porque todavía no era tan grande. Ya estaba creciendo, pero no como es ahora”.
Sin embargo, ese desarrollo urbano no es solo malo. En esa fría tarde en "La Cigarrita", mientras comía la esponjosa mantecada de Doña Martha, ella reconocía: “así como se ha perdido tradición, se ha ganado en otras cosas, porque antes para conseguir algo tocaba ir hasta Bogotá. Ahorita uno no tiene la necesidad de ir porque ya hay acá doctores, las clínicas, puede uno conseguir ropa, muebles. Todo plan de paseo para ir a cine era a Bogotá, en cambio, ahora ya tenemos cines acá".
Los habitantes tradicionales como Martha sienten que el espíritu de comunidad se ha debilitado. María del Carmen León, otra habitante que lleva sus 71 años viviendo en el municipio, afirma: “antes todos nos conocíamos y todo era familiar, ahora hasta las casas son diferentes, tienen diseños distintos y no sabemos quiénes viven allí”.
Ante esto Martha Lucía tiene un pensamiento similar. "La casa paterna tenía dos pisos y éramos chiquitos. Para mí se hacía “el casononon”. Después ya de grande fui allá una vez y se me hizo chiquita. Sobre todo, al lado de esos conjuntos residenciales con casas de 3 o más pisos y esas torres de más de 10 pisos".
De hecho, ese cambio en el diseño de la infraestructura del municipio es algo que para Martha ha afectado el legado cultural de Chía. "Si tú ves ya son poquitas las calles que quedan originales. Y casas originales aquí en el parque son contadas. De resto, todas las han remodelado para bancos, para centros comerciales, centros de salud, cafeterías."
Ante esto, el concejal de Chía, Javier Enrique Moreno, tiene un pensamiento claro: “hemos dejado perder fincas, casonas, haciendas que eran importantes en el municipio. Hoy en día son edificios de ladrillo sin ningún significado”.
Martha Lucía comenta como incluso desde los entes gubernamentales le obligaron a cambiar la puerta del lugar, de madera, por una metálica. Y si bien ella y su familia intentaron proponer que le permitieran mantener la puerta original, no se lo permitieron. Para Martha Lucía eso era inadmisible. "Es como incoherente. Porque pues la puerta metálica no pinta nada ahí, se debe velar por el embellecimiento de la zona histórica. Y ellos tenían que dar el aval. ¿ te imaginas donde hubiéramos conservado todo esto? Sería todavía más turístico".
Arquímedes Romero, también residente de larga data del municipio, a sus 61 años, fue más directo: “siento que Chía ha perdido esa esencia de pueblo. Ahora es más una extensión de Bogotá, y eso nos afecta a los que crecimos aquí”. Justamente Martha se refiere a lo mismo: "lo que buscan en el municipio, y que la misma gente ha querido frenar, es que Chía se convierta como en una especie de Suba, como un municipio anexo a Bogotá y que pierda su independencia ".
Desde el Concejo Municipal, Javier Enrique Moreno reconoce la gravedad del tema: “Los proyectos comunitarios son esenciales porque nos recuerdan que la identidad de Chía no solo está en sus calles y edificios, sino en la gente que la habita”. Sin embargo, admite que hacen falta mayores apoyos institucionales para sostener estas iniciativas, las cuales se han intentado proponer y promover. Sin embargo, por diferentes razones simplemente no salen a la luz.
La restauradora y conservadora de bienes culturales, Mónica Ramírez, quien es experta en la historia y orígenes del municipio de Chía, y trabaja en la alcaldía en la sección cultural, afirma: “lo que hemos visto en los últimos años es que Chía ha perdido muchos de sus rasgos identitarios. Antes, la comunidad tenía un sentido de pertenencia muy arraigado, había costumbres, festividades y una memoria histórica que se transmitía de generación en generación. Ahora, con el crecimiento descontrolado y la llegada masiva de nuevos habitantes, esas tradiciones están en peligro”.
Para Martha Lucía, claramente hay que mantener las tradiciones: “aquí hay mucha celebración, como las ceremonias religiosas, las procesiones que se hacen en Semana Santa, el Corpus Christi, la Virgen del Carmen, la fiesta de la Virgen del Divino Niño. Entonces, eso es en cierta forma conservar la parte auténtica y tradicional de Chía, porque Chía es un municipio muy religioso y católico”.
Orlando Hernández propone estrategias concretas para enfrentar la situación: “realizar talleres en barrios y veredas sobre identidad cultural, abrir espacios en colegios para fomentar los valores ciudadanos y crear un micrositio en la web del municipio para compartir relatos sobre la historia local”. También señala que “es posible equilibrar el crecimiento urbano con la conservación de la cultura, si se incorporan los elementos patrimoniales al desarrollo como símbolos de protección”.
A pesar del panorama, los habitantes no pierden la esperanza. Y desde las Juntas de Acción Comunal, ya la ciudadanía está promoviendo proyectos para la recuperación de esa identidad cultural. El proyecto “Los comunales en acción”, junto con el concurso ¿Cuánto sabes de Chía?, realizado por la JAC del barrio San Francisco, son unas de esas soluciones que buscan darles herramientas a los habitantes, mediante contenidos audiovisuales, cartillas y un juego de mesa sobre la historia y cultura del municipio, para combatir esta problemática que afecta a la comunidad.
Sandra Garavito, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio, asegura que “esto nace porque como que la gente ya no se conoce, ya no hay sentido de pertenencia y tenemos que buscar soluciones”. Frente a esto, explica que el objetivo de estas iniciativas es claro: “Empezar a trabajar con los niños, con los adultos, con los jóvenes, para poder recuperar esa historia y esa memoria del barrio y del municipio, porque lastimosamente, el sistema educativo no está encadenado en todo el tema de patrimonio cultural. Hay que empoderar un poco más a las instituciones educativas desde preescolar hasta educación superior para que le enseñen a la gente del patrimonio, de la historia y de la organización territorial de Chía”.
Por otro lado, el concejal Javier Moreno afirma: “desde hace mucho tiempo he venido recopilando información con la intención de hacer un libro en el que estas personas que vienen colaborando puedan también aparecer en los créditos. Es mantener la tradición oral, es mantener la historia en las conversaciones. El proyecto se llama La historia de mi barrio. Va en un 2%, pero la idea es recoger por qué los barrios se llaman así, en qué año fueron creados, quiénes fueron las primeras personas que llegaron allí y cómo cada barrio se fue adaptando a todo un conglomerado que es el municipio.”
Todas estas iniciativas muestran que hay un interés por revivir la identidad perdida. Orlando Hernández considera que estas acciones juegan un papel importantísimo, porque ayudan a que la comunidad recuerde su historia, geografía, tradiciones y patrimonio. “Hay que buscar unión entre las Juntas de Acción Comunal para fomentar proyectos participativos de la comunidad que rescate los valores de su entorno y premien la recuperación, mantenimiento y buen estado de estos”.
Todos estos esfuerzos son vitales para evitar que Chía se convierta en una ciudad sin memoria porque, como dice Martha Lucía, “a Chía hay que quererla y cuidarla como uno quiere y cuida la casa de toda la vida”.
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