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26 de Septiembre de 2025 14:20
Lady Soler, jefa creativa de Ronda, no tiene dudas: la inteligencia artificial no es una amenaza, sino una extensión del trabajo creativo. Lo explica con calma mientras repasa la experiencia de su equipo, especializado en la producción de juegos.
“Estamos usando la inteligencia artificial en todo lo que corresponde a tareas repetitivas”, señala, refiriéndose en particular a la redacción de instrucciones de juegos, un proceso que suele ser complejo y desgastante.
La IA, añade, facilita la organización de textos, corrige ortografía y propone borradores iniciales, pero la última palabra sigue estando en manos humanas. El valor, insiste, está en liberar tiempo y energía para lo que realmente importa: el diseño, la estética y la experiencia del jugador. “La IA organiza textos y da ideas iniciales, pero el talento humano siempre tiene la última palabra", dice.
En conversación con Conexión Sabana 360 aclara que el hecho de que una máquina genere propuestas no significa que se adopten sin filtros.
“La inteligencia nos puede dar muchas ideas, pero nunca las tomamos como tal estrictamente”, subraya.
Para ella, las primeras salidas de la IA son apenas insumos que luego pasan por la curaduría del equipo: se mezclan, se transforman y se adaptan hasta convertirse en productos con identidad propia.
“Nosotros somos los directores creativos que utilizan la inteligencia artificial, más no nos dejamos utilizar por ella”, enfatiza con firmeza. En su mirada, la creatividad no puede reducirse a ejecutar lo que dicta un algoritmo. “La IA propone, pero la verdadera dirección la marca el equipo creativo.”
Uno de los efectos más visibles de la IA es el ahorro de tiempo en etapas preliminares. Esa eficiencia, lejos de traducirse en menos trabajo, se ha convertido en un motor para hacer más.
“Ese tiempo que nos ahorramos lo estamos empleando en hacer otro producto o en mejorar el mismo juego”, cuenta Soler.
El impacto es tangible: mientras antes un proyecto podía estancarse en la fase de reglas o ilustraciones, ahora el equipo puede dedicar más horas a testear con consumidores reales y a lanzar en paralelo nuevas ideas. El proceso, asegura, ganó agilidad sin perder profundidad. “La eficiencia que trae la IA se convierte en más tiempo para innovar.”
Retos éticos y profesionales en los proyectos
El entusiasmo por la tecnología no borra las preocupaciones éticas. Soler es enfática al señalar que el mayor reto es proteger la profesión y su reputación.
“No en vano estudiamos varios años para obtener un título y poder demostrarlo con calidad y con responsabilidad”, recuerda.
Para Soler, el problema no está en usar IA, sino en hacerlo de forma irresponsable. Copiar y pegar resultados sin curaduría puede producir errores groseros que afectan la credibilidad de una empresa o de un diseñador. Lo que está en juego, insiste, es la confianza.
Por eso defiende un uso ético y consciente de la herramienta, en el que la tecnología complemente, pero nunca suplante, la formación y la experiencia. “El verdadero reto ético es demostrar que nuestra carrera sigue valiendo muchísimo", opina.
Cuando se le pregunta por los jóvenes que temen perder su lugar en el mundo laboral, la respuesta de Soler es categórica.
“He escuchado tantas veces que me dicen: ‘el diseño se va a acabar’. Yo les aseguro que sí va a existir”, dice sin titubeos. El secreto, afirma, está en mantenerse en constante capacitación y no darle la espalda a las nuevas tecnologías.
“La tecnología va cambiando y queramos o no tenemos que adaptarnos a ella. Si nos negamos, no vamos a lograr darnos a conocer”, advierte.
Su mensaje para las nuevas generaciones es que la IA no debe verse como un reemplazo, sino como un trampolín para potenciar las capacidades humanas. “El diseño no se acaba, evoluciona con quienes saben adaptarse.”
La experiencia de Darknes resume bien esta filosofía. Fue el primer producto de Ronda que incorporó IA en varios aspectos: ilustraciones, redacción de instrucciones y pruebas con usuarios.
Pero Soler aclara que sigue siendo una excepción. “Seguiremos apoyando por completo el talento humano. Esto es una prueba”, afirma. De los cinco proyectos que actualmente desarrolla la compañía, solo uno se apoya en inteligencia artificial.
El resto continúa dependiendo del ingenio y la intuición de sus diseñadores. Para ella, Darknes es un laboratorio que abre nuevas rutas creativas, pero no una fórmula para reemplazar la esencia del oficio. “La IA en Ronda es un experimento, no una sustitución.”
Con la serenidad de quien ha visto de cerca los cambios en la industria, Soler imagina un futuro en el que los directores creativos actúen como mediadores entre lo humano y lo tecnológico.
“Los directores creativos realmente somos nosotros”, concluye. Su visión es clara: la IA puede acelerar procesos, pero la identidad cultural y estética de un juego siempre dependerá del criterio humano.
Esa convicción, dice, es la que marcará la diferencia entre productos impersonales y creaciones que logran conectar de verdad con los jugadores. “La IA acelera, pero la identidad la pone el ser humano.”
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