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2 de Octubre de 2025 17:34
Felipe Grisales: Cuéntanos el momento específico en el que supiste que querías dedicarte al automovilismo. ¿Hubo una carrera, un viaje al autódromo o una conversación con alguien que te marcó?
Sofía Pardo: La conversación que más me marcó fue con mi papá. Desde muy pequeña él me inculcó el amor por los carros, la velocidad y ese olor a gasolina que todavía me emociona. Decidí comenzar en los karts a los ocho años, cuando hice unas pruebas, aunque en ese tiempo eran más difíciles de manejar. Me encantaban, pero aún no era el momento. Practiqué otros deportes, incluso motocross, pero el automovilismo siempre me llamaba. Cuando cumplí 15 años le dije a mi papá que quería correr, que era mi pasión y lo que más amaba. Desde entonces, empezamos a buscar una academia y llegamos a la Escuela Colombiana de Karts. Él siempre me hablaba de carros, me enseñaba sobre mecánica y gracias a eso aprendí a entender cómo “respira” un vehículo. Esa conexión entre el auto, el ruido del motor y mi esfuerzo fue el punto en el que supe que quería dedicarme a esto.
F.G: Tu relación con el mundo motor viene por tu padre, que también corre. ¿Qué te enseñó él que sigues aplicando hoy y en qué aspectos decidiste hacerlo a tu manera?
S.P: Me enseñó a nunca rendirme y a no dejar que los demás me quiten el sueño por ser mujer. Este es un mundo dominado por hombres, donde hay pocas mujeres, pero desde siempre él me inculcó que no debía dejarme intimidar. Si alguien me cierra el paso, debo mantener el control y responder con inteligencia, sin miedo. También aprendí de él a tener equilibrio en la pista, a ir siempre al límite, pero con cabeza fría. A veces hay que ser agresiva, pero sin perder la técnica. Esa mezcla entre la fuerza que él me enseñó y mi propia calma me ayudó a encontrar un estilo propio.
F.G: ¿Cómo aprendiste a leer telemetría y traducirla en cambios de setup? ¿Recuerdas una sesión en la que un ajuste marcó la diferencia en carrera?
S.P: Gracias a mi paso por los karts aprendí a manejar la telemetría de forma natural. Utilizo un sistema que me marca la vuelta óptima y unos indicadores luminosos que muestran cómo voy manejando. Esa información me permite analizar mi rendimiento vuelta a vuelta. Recuerdo una carrera en la que los tiempos no mejoraban, y revisando la telemetría noté que estaba frenando un poco antes de lo necesario. Ajusté el punto de frenado, cambié la presión en las llantas y el resultado fue inmediato: gané tres décimas por vuelta. Fue la primera vez que entendí cómo los datos pueden transformar tu manejo.
F.G: ¿Cómo priorizas tus objetivos tácticos y mentales para lograr un mejor rendimiento en pista?
S.P: Lo primero es conocer bien el carro y mantener la calma. Si me estreso, la ansiedad me juega en contra. En una carrera uno siente la presión: te atacan, te muestran el auto por todas partes, pero ahí es donde debo enfocarme en lo que sé hacer. Pienso que la mente es tan importante como las manos o los pies. Si confío en el carro, en el equipo y en mi preparación, puedo mantener la concentración. Estar tranquila me permite tomar mejores decisiones, calcular mejor los riesgos y mantener el ritmo sin perder el control.
F.G: Describe tu rutina de preparación (física, mental y de simulador) antes de un fin de semana de carrera. ¿Hay rituales o hábitos que nunca faltan?
S.P: Dos semanas antes de cada competencia nos envían el reglamento y los tiempos de referencia. En estas categorías de fomento no puedo pasarme de ciertos tiempos, así que debo aprendérmelos bien. Estudio el circuito, reviso su trazado, los puntos de frenado y la distribución de curvas. Trabajo también en el simulador para familiarizarme con el recorrido. Hago ejercicio para mantener la resistencia física y, sobre todo, me preparo mentalmente: visualizo la carrera, las posibles situaciones y cómo reaccionar. Antes de viajar, dejo todo listo y reviso que el carro esté en óptimas condiciones. La preparación es lo que marca la diferencia entre correr y competir.
F.G: ¿Cómo trabajas la relación con sponsors y aliados?
S.P: Ha sido muy buena. Los patrocinadores son cercanos a mi papá y también a mi equipo. Mi mecánico, incluso, es uno de ellos. Somos una familia en la pista y fuera de ella, y esa confianza se nota en los resultados. Cada muestra de apoyo que recibo representa una responsabilidad, pero también una motivación. Saber que hay personas que creen en ti te impulsa a dar más, a demostrar que el esfuerzo vale la pena.
F.G: A futuro —salto a TC Clase A, pruebas internacionales—, ¿qué objetivos te pones a tres y cinco años? ¿Qué legado te gustaría dejar en el automovilismo femenino en Colombia?
S.P: Llegar a las fórmulas es un reto complejo, sobre todo por los costos y la dificultad de conseguir patrocinio en Colombia. En los karts mi objetivo era llegar a un mundial; era más accesible, aunque igual costoso. Ahora, en turismos, voy a correr las 10 horas de Ecuador, una oportunidad que ha abierto muchas puertas y que puede ser un trampolín para seguir avanzando. A tres años me gustaría consolidarme como piloto profesional y competir en campeonatos regionales e internacionales. A cinco, sueño con llegar a correr en una categoría de monoplazas o turismos de alto nivel. Pero más allá de los resultados, quiero dejar el mensaje de que sí se puede, que las mujeres también tenemos un lugar en este deporte.
F.G: ¿Cómo manejas el tema de ser mujer en un deporte que históricamente ha sido dominado por hombres?
S.P: Siempre he tenido claro que todos somos capaces. Creo que las mujeres tenemos una ventaja: solemos ser más serenas al tomar decisiones, más analíticas y calmadas. Pensamos más antes de actuar, y eso en la pista es clave. Cada vez hay más mujeres en el automovilismo y quiero ser parte de esa generación que abre el camino a las que vienen detrás.
En cada curva, Sofía no solo defiende su lugar como piloto, sino también el de todas las mujeres que buscan reconocimiento en un terreno tradicionalmente masculino. Representa la fuerza de una nueva generación que corre con el corazón, que respeta la herencia familiar, pero que traza su propio camino. Su historia es, en esencia, un homenaje a los padres que inspiran y a las hijas que se atreven a acelerar.
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