Sigue nuestras emisiones en directo desde esta página, y no te pierdas ningún evento y actividad.
Sigue nuestras emisiones en directo desde esta página, y no te pierdas ningún evento y actividad.
Buscar
27 de Octubre de 2025 16:55
Cuando la artista Evelin Piñeros perdió a su padre, intentó juntar las manos para hacer una ocarina. Él había crecido entre las montañas del Cañón del río Chicamocha y fue ahí, como relata su hija, donde "aprendió a hacer una ocarina juntando sus manos para medir las distancias con su sonido y dejarse encontrar cuando se escondía”.
Sin embargo, cuando Piñeros lo intentó, no surgió el silbido armonioso, parecido al de un pájaro, que brotaba de las manos de su padre. “Cuando murió junté las manos y soplé, sonó un resuello, pero no un silbido” escribió después en una entrada de su página web, “Pensé en mis manos como un espacio acústico: las junté, las separé, medí el peso y la presión y soplé. Un quejido tímido emergió, una casi palabra”, explicó.
Piñeros reunió distintos objetos inspirados en culturas precolombinas y sus propias vivencias y los dispuso en arcilla. Además, creó alcarrazas: instrumentos de barro que, al sumergirse en el agua, producen un sonido parecido al canto de los pájaros. Ella llama a esos instrumentos alcarrazas y “se inspiran en sistemas organológicos de instrumentos precolombinos que son las botellas silbadoras” como detalló a Conexión Sabana 360.
Para lograr hacer estas alcarrazas, Piñeros aprendió de cuatro “grandes maestros”, como los llama. “Están los maestros ancestrales de las cuáles me inspiro” explica ella “como las culturas precolombinas de Chorrera y Valdivia, de quienes aprendí la organología y los principios acústicos”. Además, Piñeros detalla que “Otra grande maestra es mi abuela, quien me enseñó a cocer barro en Ráquira y, al final, ya tengo el maestro primordial: el barro mismo, que es como la tierra con la que tanta generosidad me enseña".
Cada paso en la creación de una pieza es para Piñeros una conversación íntima con la tierra, el agua, el aire y el fuego, los cuáles son descritos como “reactivos sagrados” por la artista.
Con la tierra, el barro no es solo arcilla, sino un "palinceso de muchas edades de la montaña", como detalla Piñeros. Su plasticidad, cualidad que permite modelarlo, nace de la materia orgánica que se ha descompuesto y fusionado con la tierra a lo largo de incontables años, guardando la memoria del paisaje donde fue extraído.
Luego, al barro se le une el agua, que Piñeros describe como “otro archivo en movimiento que todo el tiempo está fluyendo”. Para Piñeros, “el agua y el barro dialogan con otros tiempos, velocidades y ritmos”, o que permite que sus manos den forma e intención al material.
Después viene el aire, que está presente todo el tiempo acompañando el proceso de secado, según Piñeros. Es el elemento que retira lentamente la humedad, permitiendo que la pieza gane firmeza y se prepare para su prueba final.
Y por último, llega el fuego, el elemento culminante que, según Piñeros, "cristaliza el barro para eternizarlo". La cocción a altas temperaturas provoca un cambio irreversible en la estructura molecular del barro, otorgándole una resistencia y permanencia que de otro modo no tendría. Es el fuego, para Piñeros, quien sella la forma y la memoria de la pieza para siempre.
Mientras el barro interactúa con el agua y el aire, atraviesa tres etapas clave antes de su encuentro definitivo con el fuego. Cada estado dicta lo que Evelin puede o no puede hacer, exigiendo paciencia y atención.
La primera etapa es el plástico, como explica la artista: el barro está húmedo y se puede modelar, amasar y dar forma con facilidad y tiene máxima flexibilidad.
Después, viene la segunda etapa que es la de cuero. Aquí, el barro ha perdido suficiente humedad para mantener su forma sin deformarse, pero conserva la maleabilidad necesaria para ser tallado, decorado con incisiones, o para unirle otras piezas como asas o apliques.
La tercera y última es la de hueso. El barro está completamente seco y de color más claro (de ahí su nombre) y ha alcanzado su punto de máxima fragilidad: cualquier error, y puede romperse en mil pedazos.
Crear con cerámica no es un acto de imposición, sino una conversación para Piñeros, quien revela que "el barro mismo tiene su propia sabiduría y se resiste o no a lo que yo quiero hacer". En esta interacción, el material enseña dos lecciones fundamentales.
Primero, según Piñeros, el barro obliga al artista a ser consciente de sí mismo y responder a las necesidades del material.
Segundo, la conciencia que cobra el barro cuando se transforma en cerámica es crucial, pues obliga al artista a navegar la paradoja fundamental del barro. Por un lado, el barro es tan resistente que ha sobrevivido milenios, sirviendo como vestigio para contar la historia de civilizaciones antiguas. Por otro lado, es tan frágil que una pieza puede destruirse con una simple caída.
Según Airon García, asistente de Piñeros, el elemento central del montaje, el tapete de arcilla, funciona como el lienzo sobre el cual reposan las cerámicas de Evelin Piñeros. Su origen y características son fundamentales para el concepto de la obra.
Según la descripción de García, se trata de “una arcilla que tiene un color muy específico, es de color rojizo, que la tiene en algunas tierras de Colombia, está bien desde el desierto Sabrinsky, el desierto de Cundinamarca".
Este lugar, descrito como un "desierto muy mágico" por García, “que emerge en medio de un paisaje verde”, era la fuente designada. La elección no fue casual; la especificidad del material no solo respondía a una necesidad estética, sino que buscaba conectar la obra con un territorio casi mítico. Esta decisión ancla directamente la instalación en la memoria geológica y disputada del paisaje de la Sabana de Bogotá.
La obra puede ser visitada en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en la exposición de Umbrales de Sanación. Si usted así lo desea, puede ir cualquier día hasta el 9 de noviembre y experimentar sus alcarrazas.

Conoce más historias, productos y proyectos.