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15 de Octubre de 2025 14:04
Cada 14 de febrero, más de un millón de tallos de rosa roja variedad Freedom salen desde Cogua rumbo a Estados Unidos para celebrar San Valentín. Esta producción hace parte de los 2.358 millones de dólares en exportaciones que alcanzó la floricultura colombiana en 2024, un 12% más que en 2023, según la Presidencia de la República. El sector convierte a Colombia en el segundo exportador de flores en el mundo, solo después de Holanda, y es fuente de empleo para más de 200.000 personas en el país, de las cuales el 60% son mujeres, de acuerdo con Asocolflores.
En Cogua, la floricultura no solo transforma el paisaje, también sostiene la economía. Municipios de la Sabana como Zipaquirá, Nemocón y Cogua han encontrado en el cultivo de rosas un motor productivo. Empresas como Flores El Olivo S.A.S., fundada en 2005 y formalizada en 2014, han consolidado la producción en la región, con exportaciones a Estados Unidos, Rusia, España y Aruba. “Cogua es conocido por las flores”, afirma Stella Martínez, trabajadora del cultivo que dedica sus jornadas al corte, al enmalle y al deshierbe. Para ella, esta labor no tiene aspectos negativos: “cuando se quita la hierba, la planta se pone más linda porque no le roban los nutrientes”, señala Martínez.
El administrador general Nicolás Zapata, hijo del fundador Ferdinando Zapata, resalta que la división de tareas es clave: “la mano de obra femenina se centra en labores delicadas como el corte, mientras que los hombres se ocupan de riegos, fumigaciones y empaques”. También explica que el éxito del cultivo radica en el clima y la altura de Cogua, factores que favorecen la calidad de la rosa tipo Freedom.
El proceso está respaldado por un Plan de Manejo Fitosanitario avalado por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). Allí se establecen medidas para prevenir plagas como ácaros, thrips y mosca blanca, así como enfermedades como mildiu y botrytis. El plan combina controles culturales, químicos y biológicos, además de un monitoreo semanal con trampas y registros detallados. Cada operario tiene bajo su responsabilidad 50 camas de cultivo y realiza labores como desbotone, enmalle, riego con agua lluvia almacenada en reservorios y fumigaciones dos veces por semana.
El calendario de producción es un reloj preciso. Lo que se poda en noviembre florece en enero y febrero, justo para San Valentín. Luego, las podas de diciembre y enero garantizan flores para marzo (Día de la Mujer) y abril (Día de la Madre). En épocas de menor demanda, las plantas se dejan descansar para que recuperen nutrientes y energía en sus raíces, lo que asegura una floración más fuerte en los siguientes ciclos. El mercado también define los puntos de corte: “punta de lápiz” para Estados Unidos y flores más abiertas para Europa. La poscosecha incluye hidratación, clasificación y limpieza rigurosa, pasos que aseguran que cada tallo llegue en perfecto estado al destino final.
Para profundizar en el manejo del cultivo, Nicolás Zapata respondió algunas preguntas a este medio.
M.M: ¿Por qué la producción depende tanto de las podas?
NZ: Porque el ciclo de la rosa tiene entre 60 y 70 días. Si no se poda en noviembre, no hay flores listas en febrero. Por eso el trabajo aquí se planifica con meses de anticipación.
M.M: ¿Qué significa dejar descansar las flores en verano o en baja demanda? :
N.Z: Significa no exigir a la planta que produzca. Se devuelven fuerzas a la raíz para que en el siguiente ciclo dé flores de mejor calidad. Así aseguramos que no se desgaste y que la producción sea sostenible.
M.M: ¿Qué hace diferente a Cogua de otros municipios?
N.Z: El clima y la altura de Cogua son perfectos para la rosa Freedom. Aquí no solo producimos cantidad, sino calidad. Eso es lo que buscan los mercados internacionales.
La inteligencia artificial no podrá reemplazar al sector: “las flores son delicadas, necesitan cuidado manual, y eso solo lo puede hacer la gente”, asegura Zapata. Por eso, además de innovación técnica, Flores El Olivo mantiene prácticas sostenibles como compostaje del material vegetal, reutilización de agua lluvia y protocolos estrictos de transporte y limpieza.
En ese sentido, Cogua conserva un equilibrio entre innovación y tradición, no solo en sus cultivos, sino también en sus símbolos naturales como el arboloco y el rodamonte, árboles que reflejan la riqueza ambiental del municipio. La floricultura se suma a ese patrimonio al sostener la identidad campesina de la región y al proyectar a Cogua como epicentro de trabajo, paisaje y cultura.
La historia de Flores El Olivo es también la de cientos de familias campesinas de Cogua que encontraron en la floricultura una oportunidad de vida. Más allá de las cifras, es un trabajo que mezcla tradición, disciplina y ciencia para llevar al mundo un producto que no solo adorna celebraciones, sino que también representa identidad y futuro de la Sabana.
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