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27 de Marzo de 2025 00:00
Marina Walker, directora de investigaciones del Pulitzer Center, advirtió sobre los riesgos de una IA
diseñada sin perspectiva de género y sin control social. El impacto de esta tecnología en decisiones clave
crece, desde contrataciones hasta acceso a créditos, mientras las mujeres siguen siendo una minoría en
su desarrollo.
La inteligencia artificial (IA) avanza más rápido que nuestras propias reglas. El desafío como periodistas
no es solo entenderla, sino investigarla antes de que sea cooptada por los mismos sesgos que prometía
erradicar. La solución no es la competencia, sino la colaboración: periodistas, académicos y científicos
trabajando juntos para que la IA no solo refleje el mundo en el que vivimos, sino el que queremos
construir.
“La inteligencia artificial no es neutral; está moldeada por tres pilares: ideología, dinero y poder”, advirtió
Marina Walker, periodista y directora de investigaciones del Pulitzer Center, durante su conferencia en el
Encuentro de Periodismo de Investigación (EPI) 2025, realizado a finales de marzo.
Walker señaló tres aspectos clave en los que la IA está fallando a las mujeres: la subrepresentación
femenina en su desarrollo, los sesgos de género en los algoritmos y la falta de regulaciones con
perspectiva de equidad. “No podemos confiar ciegamente en la tecnología sin cuestionar quiénes la
diseñan, qué datos utilizan y cómo afectan a las poblaciones más vulnerables”, enfatizó.
El , realizado por la Fundación VASS y la Fundación Universidad Autónoma de Madrid, con la
colaboración de GenAIA, pone sobre la mesa la alarmante brecha de género en el desarrollo y adopción
de la IA. Del total del personal involucrado en esta disciplina, el 22% corresponde a mujeres, según datos
del Foro Económico Mundial de la UNESCO, lo que significa que la mayor parte de los algoritmos están
siendo diseñados y entrenados por hombres.
Los datos del estudio de VASS y GenAIA reflejan que únicamente el 18% de las mujeres optan por
especializarse en áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), lo que limita su
participación en los sectores que definirán el futuro del trabajo. A pesar del rápido avance de la
transformación digital y el crecimiento acelerado de la inteligencia artificial, la presencia de mujeres en
estos campos sigue siendo reducida, especialmente en posiciones técnicas y de liderazgo.
“Si las decisiones de la IA están basadas en datos sesgados y sin una perspectiva diversa, las tecnologías
resultantes reflejarán esas mismas desigualdades”, afirmó Walker.
Un ejemplo alarmante es el de las patentes tecnológicas: las mujeres tienen 13 veces menos
probabilidades que los hombres de registrar patentes con innovaciones en el campo de la IA. Esto limita la
inclusión de miradas diferentes en el diseño de algoritmos y perpetúa la hegemonía masculina en el sector.
Walker ilustró cómo los sesgos algorítmicos pueden perjudicar directamente a las mujeres. Uno de los
casos fue el del sistema de reclutamiento de Amazon, descartado en 2018 por excluir los currículums de
mujeres debido a que su algoritmo había sido entrenado con datos históricos de contrataciones dominadas
por hombres.
Y este no es un caso aislado. [M1][J2]Según un estudio del Centro Berkeley Haas de Equidad, Género y
Liderazgo, el 44% de los sistemas de IA analizados presentaban sesgos sexistas y el 25% combinaban
sesgos sexistas y raciales; además, Gender Shades, una investigación desde el Instituto de Tecnología de
Massachusetts (MIT), demostró que los sistemas de reconocimiento facial fallan más al identificar rostros
femeninos y, en especial, de mujeres negras.
Walker advirtió que estos errores algorítmicos pueden convertirse en barreras que afecten el acceso al
empleo, los créditos financieros e incluso los procesos judiciales. “La inteligencia artificial ya está en
todas partes, pero su impacto es casi imperceptible. Se ha diseñado sin considerar la vulnerabilidad, con
poca regulación y un secretismo que nos impide cuestionarla”, comentó.
Así, Walker también señaló la ausencia de regulaciones con perspectiva de género en el desarrollo y
aplicación de la IA. Por ejemplo, la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea, la primera
normativa de este tipo en el mundo, a pesar de incluir controles de transparencia, no cuenta con medidas
específicas para evitar la discriminación de género.
En América Latina, la situación es aún más crítica. Analizando el Índice Latinoamericano de Inteligencia
Artificial (ILIA), vemos que [M3]Colombia, Brasil y Argentina han iniciado discusiones sobre el uso de
la IA, pero sin un enfoque de equidad de género en sus regulaciones.
El informe evalúa la preparación de 19 países de América Latina en: factores habilitantes, investigación,
desarrollo y adopción y gobernanza. Aunque destaca avances en la implementación de tecnologías
basadas en IA en países como Chile, Brasil y Uruguay, también señala que persisten desafíos en materia
de participación equitativa de las mujeres en investigación y desarrollo de IA.
Walker advirtió que, sin un marco legal claro, los sesgos de la IA seguirán afectando de manera
desproporcionada a las poblaciones vulnerables, como es el caso de las mujeres.
Sin regulaciones con perspectiva de género, la automatización podría aumentar la desigualdad laboral en
vez de reducirla, opinión que comparten en la UNESCO desde 2022.
Walker dejó en su conferencia un mensaje contundente: “La inteligencia artificial está moldeada por quién
la financia, quién la diseña y bajo qué intereses opera. Si no cuestionamos eso, la IA reforzará las mismas
desigualdades”.
El EPI 2025 dejó claro que el futuro de la inteligencia artificial no está escrito en código, sino en las
decisiones que tomemos hoy. El periodismo tiene en sus manos una tarea ineludible: hacer visible lo
invisible y exigir transparencia antes de que la tecnología consolide brechas aún más profundas.
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