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17 de Octubre de 2025 11:45
Briela Ojeda presentó su álbum Andariega en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en un concierto que marcó el cierre de su gira por Colombia y Europa.
Hay conciertos que trascienden el escenario: penetran el alma del espectador, provocan preguntas, sacuden certezas, generan cambios. Se convierten en una revolución íntima, en una manifestación cultural capaz de interpelar y transformar. Como si el nombre del álbum poseyera a quien lo escucha, el deseo de movimiento y el impulso de salir corriendo a recorrer el mundo se vuelve palpable.
La noche comenzó con Las Mijas, el dúo que Ojeda conforma junto a La Muchacha Isabel. Interpretaron cerca de cinco canciones, entre ellas “Se va, se va”, “Ronca” y una inédita aún no disponible en plataformas, presentada por ellas como “El himno de las Mijas”. El coro de esta última proclamaba: “somos vúglicas, psíquicas, mijísticas, cíclicas, estrambóticas y míticas, en pro de toda crítica”.
Su presentación combinó humor, complicidad y una energía escénica singular: bailaban con desparpajo, se pasaban flores imaginarias y manipulaban juntas un sintetizador que les permitía mezclar la canción en tiempo real.
Al regresar al escenario, la cantautora vestía un traje azul oscuro de mangas anchas diseñado por Canela Tobón, vestuarista colombiana con trayectoria en cine y música. El atuendo, que también aparece en los visualizadores del disco, le confería una mística de bruja hippie trotamundos. Además, estaba descalza, haciendo honor a todo lo anterior.
La acompañaba una banda compuesta por dos percusionistas, lo cual acentuaba los bajos y sacudía el pecho de los asistentes. También estuvo la violinista Margot, quien grabó las cuerdas del disco y trabaja entre lo clásico y lo experimental. En “Andina”, el sonido de los cascabeles y los vientos de Camilo Portilla —quenacho, una flauta andina de tono grave— aportaron un toque ceremonial. Ojeda, por su parte, tomó la zampoña y la hizo sonar con una fuerza que envolvía el espacio.
Andariega es un álbum que nace del impulso de renarrarse, como lo expresó Briela Ojeda: una búsqueda por reconstruirse después de un periodo de transformación. A diferencia de Templo Komodo, que brillaba por su luminosidad expansiva, Andariega se adentra en la sombra, en lo que se mueve y se transforma al andar.
Es una apología a las distintas formas de viaje —físico, emocional, espiritual— y recoge fragmentos de caminos recorridos, personas encontradas y paisajes que dejaron huella. Eso fue evidente en el show, con la cantidad de invitados y anécdotas. Cada canción funciona como una estación, una parada en ese trayecto íntimo que ella convierte en canto.
En el álbum, la artista alternó guitarra acústica, eléctrica y tiple —instrumento que tocaba su abuelo—, recordando sus raíces y su vínculo con la tradición andina. El título del álbum también honra a su abuela, a quien describe como “muy andariega y callejera”; el andar era su independencia, la mantenía florecida. Cuando perdió la movilidad, la pastusa comprendió el valor profundo de caminar, de moverse. Andariega celebra ese privilegio: el de ser mujer, estar sola, viajar y mantenerse viva en el movimiento.
Entre canciones, compartió anécdotas sobre su proceso creativo. Recordó que durante un viaje a Cuba nació “Corazón de miel”, inspirada en una frase que alguien le dijo: “Primero uno se enmiela, y luego lo demás llega.” La canción, con sonoridades de bossa, provocó lágrimas en el público.
También contó que, en otra ocasión, un argentino le advirtió: “Mucho ojo con el exceso de luz, porque enceguece.” Esa tensión entre claridad y penumbra resume el espíritu de Andariega, un álbum que escarba en la sombra tras la luminosidad de Templo Komodo.
El concierto contó con varias colaboraciones que expandieron su universo sonoro. Lalo Cortés, cantante bogotana cuya propuesta mezcla soul, R&B y raíz afrocolombiana, se unió a la artista para interpretar “Lúcida” y “Búhoz”; además, la acompaña regularmente como corista.
Luego participó Hak Baker, artista británico que combina punk, reggae y spoken word desde una mirada cruda y autobiográfica. Cantó tres canciones —entre ellas “Todos están enamorados menos yo”— y compartió con Ojeda una interpretación bilingüe que cruzó Londres con los Andes.
Más adelante apareció Lucio Feuillet, músico pastuso conocido por fusionar canción latinoamericana, murga y carnaval, con quien cantó “Avisarás”. En escena, ella le agradeció por haberla recibido en Bogotá cuando llegó.
Las luces y los visuales jugaron un papel clave. Se proyectaron imágenes de destellos, auroras boreales y retratos de la cantante bailando en una pradera. Por momentos, las luces se deslizaban suavemente sobre el público, hipnotizándolo con el trance envolvente de las canciones.
El público se veía muy suyo: bohemio, rockero, artesanal. Algunos asistentes comentaban que faltaron varias de sus canciones más reconocidas, pero todo apuntaba a una razón clara: Andariega llegó cuatro años después de Templo Komodo, y durante ese tiempo la "maga de magas" interpretó en vivo las mismas piezas una y otra vez. Esta vez quiso renovar el viaje.
A la salida, se vendían vinilos de Templo Komodo, stickers, banderines y un cancionero cuidadosamente diseñado, con dedicatorias personales, fotografías del álbum y toda su estética: las estrellas azul zafiro —el mismo tono de los pies pintados de la andariega— y las letras completas de las canciones.
No solo fue el cierre con broche de oro de la gira, sino también el final de una larga temporada de andar, de patonear y conocerse, como diría la cantautora. Ahora llega el momento de volver a casa, de guardar lo aprendido en el camino y dejar que madure. El concierto fue una muestra clara de su evolución: una artista que ha logrado unir raíces latinoamericanas, sensibilidad contemporánea y una presencia escénica cada vez más sólida.
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