“La educación une a las personas con la naturaleza”: González

11 de Septiembre de 2025 03:30

Por: Manuelita Rodríguez Ortegón

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En la reserva Ayllu, se han sembrado más de diez mil árboles, creado huertas que enseñan a producir alimentos sin dañar la tierra y desarrollado materiales educativos que circulan en colegios de toda la región. Gracias a este trabajo, Cogua hoy se reconoce como un municipio verde, con símbolos como el rodamonte que se ha convertido en un emblema local.

Francisco González, cofundador de la reserva, lo resumió con claridad: “Nuestro propósito es que las personas establezcan un vínculo estrecho con la naturaleza, aprendan de la región y se sensibilicen frente a ella”.

A.A: ¿Cómo nació la Reserva Ayllu del Río y cómo lograron convertirla en un espacio que va mucho más allá del ecoturismo tradicional?

Vivo en Cogua desde hace cuarenta años. Durante más de veinticinco años fui profesor universitario en instituciones como la Nacional, la Pedagógica, la Universidad de Cundinamarca y la Cooperativa. Desde que llegué aquí me dediqué a conocer el territorio, a escribir sobre su historia y a producir material educativo.  Hace más de cuatro décadas comenzamos con proyectos culturales y educativos en Cogua: creamos la Fundación Cultural Corriente de Agua Pura, con la que creamos materiales educativos; luego una emisora comunitaria y más tarde la Corporación Montaña Andina, con la que producimos más materiales educativos para municipios como Cogua, Tausa y Villa pinzón. Con el tiempo adquirimos el terreno donde hoy está la reserva y en 2010 logramos que el Ministerio de Ambiente y la Corporación Autónoma Regional (CAR) nos reconociera como Reserva Natural de la Sociedad Civil en 2010. Desde entonces trabajamos en conservación, educación ambiental y cultura en cinco hectáreas, de las cuales el 80% son bosque. Hoy contamos con senderos hacia el río y la montaña, y estamos construyendo un teatro circular inspirado en los griegos, pensado como un espacio de encuentro cultural.

A.A: ¿Por qué eligieron el nombre Ayllu del Río y qué simboliza para ustedes?

El nombre recoge la filosofía andina de habitar la montaña, con principios de reciprocidad, complementariedad y relacionalidad. El ayllu es la célula básica de las comunidades andinas en Bolivia, Perú y Ecuador: una familia extensa organizada en torno a un territorio, con símbolos y valores propios. Retomamos ese concepto porque queremos que la reserva sea un espacio de fraternidad y aprendizaje comunitario. El río hace referencia al Neusa, que atraviesa la reserva. Una de nuestras labores principales es su defensa y conservación. Además, es uno de los mayores atractivos de los recorridos: sus pozos, rocas y corrientes forman un paisaje único.

A.A: En nuestra visita conocimos el aula viva. ¿Qué significa este espacio y qué tipo de experiencias se han desarrollado allí?

Antes teníamos un problema grande: todo el trabajo se hacía al aire libre y cuando llovía era imposible continuar. Por eso, decidimos construir el aula, pero no como un salón cualquiera sino como un espacio de encuentro con un carácter especial, casi sagrado, pensado para el respeto y el aprendizaje. Allí realizamos charlas, conferencias, danza, yoga y procesos terapéuticos. Incluso, hace año y medio recibimos un grupo de docentes suizos que estuvieron una semana trabajando en un taller de danza y teatro físico; la gente acampó alrededor del aula y fue una experiencia cultural muy enriquecedora. El lugar cuenta con baños, cafetería y un espacio amplio para estos encuentros. Muy cerca está el Bután; un pequeño oratorio dedicado a la meditación y algunos rituales.

A.A: Tienen huerta, vivero y bosque. ¿Cómo convierten estos espacios en herramientas pedagógicas y terapéuticas para los distintos públicos que participan en los talleres?

El objetivo principal es que las personas establezcan un vínculo estrecho con la naturaleza y se sensibilicen frente a ella. Cada grupo tiene un diseño de talleres diferente. Con productores campesinos trabajamos la huerta como modelo de agricultura respetuosa con el suelo, el agua y la biodiversidad. Mostramos cómo, en una pequeña propiedad de unos 7.000 m², es posible producir alimento suficiente para cerca de diez familias si se cultiva de manera diversa y escalonada. Incluso, desarrollamos un proyecto de difusión de la quinoa que vinculó a trece productores de la región. Con estudiantes nos enfocamos en el conocimiento de las semillas, los ciclos de siembra y los principios de la agricultura orgánica y la permacultura. En espacios como la serpiente de hierbas o los ecosistemas regionales mostramos diferentes formas de relacionarse con la tierra. Y con visitantes urbanos trabajamos experiencias de conexión y bienestar, similares a los baños de bosque, para que respiren, caminen y reciban beneficios de salud y tranquilidad en su visita.

A.A: ¿Qué experiencias han tenido trabajando con jóvenes de la región?

Estamos trabajando para desarrollar un taller con los candidatos a Consejos Municipales y Locales de Juventud, principalmente del municipio. Es muy interesante porque no se trata solo de hablar de medio ambiente, sino de pensar en cómo ellos, desde su liderazgo, pueden integrar la defensa del territorio y la sostenibilidad en sus agendas. Yo impartiré el taller y la idea es traabajar dinámicas de participación, reflexionar sobre el cuidado del río y del bosque, y mostrar cómo la reserva puede ser un espacio de formación ciudadana. La idea es que los jóvenes vean la naturaleza no solo como paisaje, sino como un patrimonio que necesitan defender y proyectar en el futuro de sus comunidades.

A.A: Ustedes han creado materiales didácticos que circulan en Cogua. ¿Qué impacto han tenido en la educación ambiental del municipio?

Tenemos un vínculo muy fuerte con la región. En Cogua, por ejemplo, el último material que hicimos fue un rompecabezas con el Plan de Ordenamiento de Cogua, este llegó a todas las instituciones educativas: capacitamos a los maestros en el aula viva y cada uno recibió sus cartillas. También se entregaron ejemplares a la biblioteca y la administración municipal continúa usándolos en sus procesos.

A.A: Además de Cogua: ¿han trabajado en otros municipios de Sabana Centro? y ¿cómo ha sido ese proceso regional?

Hemos desarrollado contenidos para otros municipios: un material sobre el agua en Zipaquirá, otro en Nemocón sobre el desierto de Checua, cartillas en Suesca y Tausa, un rompecabezas con el Plan de Ordenamiento de Cogua y otro para Tausa, así como materiales en Villapinzón. Muchos de estos, surgen de proyectos contratados, pero siempre los diseñamos desde nuestro conocimiento del territorio y con la participación de expertos y habitantes locales. Lo importante es que no son simples materiales: responden a necesidades educativas reales y han permitido que la educación ambiental se viva de forma cercana y práctica en toda Sabana Centro. Algunos proyectos se realizan por encargo, como en el caso de Nemocón y Zipaquirá. El diseño parte de nuestro conocimiento de la región, pero también con el apoyo de expertos locales como Mario Cubillos, ingeniero forestal de Cogua, y otros conocedores que aportan a la construcción de los contenidos.

A.A: ¿Cómo se sostienen económicamente para mantener viva la reserva y qué tipo de apoyos o alianzas han recibido en este proceso?

Estos materiales se financian principalmente con las alcaldías o con la CAR. Por ejemplo, en Nemocón fue a través de un Proyecto Ciudadano de Educación Ambietal (PROCEDA). En otras ocasiones nos apoyó una fundación de Bogotá llamada Fungi. En general, los recursos provienen de las alcaldías y son oficiales, destinados a elaborar y distribuir gratuitamente el material en instituciones educativas. Nuestro beneficio es que el diseño y los talleres tienen una remuneración, lo que nos permite sostener el trabajo. Además, hemos recibido apoyos como árboles entregados por alcaldías, la Gobernación y el Parque Jaime Duque. En los últimos 10 años hemos sembrado más de diez mil árboles en cinco hectáreas. Casi todos los grupos que nos visitan participan en la siembra de al menos uno o dos árboles.

A.A: ¿Qué aportes consideran que hace este proyecto a la preservación del patrimonio natural y cultural de Cogua?

Nuestra presencia ha sido fundamental. Cogua tiene hoy una identidad verde: el rodamonte es símbolo municipal, está en la bandera y hasta da nombre a negocios y festivales. Ese símbolo lo promovimos nosotros para que fuera aprobado como acuerdo municipal. También, está la ranita Pristimantis, especie endémica descubierta por Conservación Internacional, que se ha convertido en otro símbolo local. Hemos trabajado en la defensa del territorio frente a amenazas como la minería de gravilla, arcilla o proyectos de transmisión eléctrica. Muchos de los estudiantes, que hace treinta años participaron en nuestros talleres, hoy lideran procesos de protección ambiental. Gracias a la presión de distintos sectores, Cogua fue el primer municipio en comprar reserva forestal, incluso antes de la ley que obliga a destinar el 1% de recursos para ello. En la actualidad, el municipio cuenta con cerca de 1.200 hectáreas de reserva comprada y unas 4.000 hectáreas en zonas de protección, lo que representa casi el 40% del territorio municipal protegido. Esto lo convierte en uno de los pocos pueblos de Sabana Centro que aún conserva sus ecosistemas frente a la urbanización e industrialización en la zona.

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