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8 de Mayo de 2025 00:00
Desde que lo leyó por primera vez en una tira cómica, Claudia Stern, historiadora y escritora chilena, se sintió fascinada por el personaje cómico y de aquel que le dio vida.
Tanto así, que durante se dedicó a viajar por Chile, desde Santiago hasta Concepción, reuniendo cartas que René Rios Boettiger, mejor conocido como “Pepo”, escribió y otras que le llegaron de sus seres queridos y conocidos en un solo volumen: Cartas para Pepo.
En esta entrevista con Conexión Sabana, Stern habla acerca de Condorito, su impacto durante la dictadura de Augusto Pinochet y el riguroso análisis detrás de su obra.
¿Cómo surgió esa pasión por Condorito, hasta tal punto de investigar minuciosamente la vida de su creador?
La verdad es que, como buena chilena, Condorito estaba en mi retina desde que nací y a mí me parecía que es un icono de nuestra cultura popular, tanto en Chile como en el resto de América Latina. No es casualidad que este libro salga publicado en coedición con una editorial colombiana (Editorial de la Universidad del Rosario) y una editorial mexicana (Imprenta).
Además, soy historiadora y para mi investigación doctoral analicé el humor gráfico desde diferentes perspectivas como viñetas y otros formatos de humorismo gráfico.
En el siglo XX, el rango de tiempo que yo analicé, las viñetas editoriales de los periódicos tenían un rol central. Condorito, en especial, es muy interesante porque en ese periodo histórico Pepo (el creador de Condorito) deslizaba una crítica sobre cambios sociales que le resultaban condenables de su sociedad. Por ejemplo, el uso extendido de palabras anglosajonas que no eran afines con los chilenos.
Por otro lado, Condorito se publicó desde 1949 de manera ininterrumpida y nunca fue censurado durante uno los eventos más dolorosos y traumáticos de mi país: la dictadura de Pinochet, ya que Condorito era considerado humor blanco, aunque era un humor muy negro.
Ello me permitía acercarme a mi principal línea de investigación, el humor y el trauma, desde una perspectiva distinta y sin caer en sesgos.
Antes mencionabas el humor negro que manejaba Condorito. ¿Cómo hacía Pepo para camuflar ese humor?
Primero que todo, estamos hablando de una tira que se comienza a publicar en 1949. Ya en 1955 se empieza a publicar como un libro y con el tiempo comienza a publicarse ya no una vez al año, sino dos y después va sumando más y más versiones al año.
Mi interpretación es que, a raíz de que el régimen tenía que proyectar una imagen de permisibilidad, eso pudo haber sido un factor que influyó para que Condorito, que está considerado como humor blanco, un humor transversal que no es político, en teoría no fuera censurado.
Además, un aspecto a rescatar dentro de este contexto es que a partir del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 la escena del humor gráfico en Chile cambia para siempre. Hay muchos dibujantes que son detenidos, exiliados y otros que son asesinados.
Aun así, Condorito continúa publicando y en ese sentido lo que permite es que Pepo le diera trabajo de manera clandestina a estos ilustradores y dibujantes, a pesar de que las tiras de Condorito se firmaban (y todavía lo siguen haciendo) con el nombre de Pepo, así como Walt Disney.
Eso permitió que los humoristas gráficos que estaban vetados pudieran continuar trabajando algunos como freelance, digamos, en Condorito. Y hay varios casos entre 1974 y 1976 como Bratesco, por ejemplo.
¿Cómo se conecta esta investigación con su libro, Cartas para Pepo?
A través de las emociones, porque este epistolario, que es la fuente que origina esta investigación, está examinada desde cuatro dimensiones.
Primero, las epístolas son examinadas en su calidad de documento histórico. Es la razón por la que son estudiadas a través de tres dimensiones adicionales que son: la intimidad y el universo de las emociones, los afectos y la manera en cómo van evolucionando las relaciones de todos los emisores de estas epístolas.
Después, está la dimensión del género: por ejemplo, las relaciones basadas en el género y la clase social, las identidades y la metamorfosis de estas estructuras sociales y procesos históricos.
Y, por último, está la vida cotidiana. Aquí me ocupé cómo las personas establecen vínculos de pertenencia con los espacios que los rodean, transformándolos en sí mismos.
¿Cuáles fueron los mayores obstáculos que tuvo a la hora de investigar?
Primero que todo el tiempo, diría yo. Porque esta investigación tuve que escribirla en un periodo muy corto de tiempo.
Ya sabes, los historiadores e historiadoras nos demoramos añares en nuestras investigaciones y en realidad creo que ahí lo que merece la pena ser destacado es lo que permita la fuente.
Porque, como mi investigación se enfoca en el siglo XX en Chile, por supuesto está en diálogo con otras realidades tanto latinoamericanas como del resto del planeta.
Lo que permitía la fuente en ese sentido, que es la epístola, era establecer elementos que eran relevantes desde mi perspectiva, como los hechos históricos que iban moldeando la sociedad en aquel entonces.
Por ejemplo, ya sabes que Chile es un país sísmico. En 1939 hubo un terremoto en Concepción, que es la ciudad natal de Pepo. Él ya vivía en Santiago desde 1932, su familia estaba en Concepción y lo que se ve en las epístolas, es que a pocos días del terremoto, el padre de Pepo le escribe una carta.
Él va caminando hacia el centro de Concepción y veía los incendios alrededor y le empieza a describir lo que había ocurrido con todos los lugares, edificios completos que estaban en el suelo.
Entonces lo por qué esta colección epistolar permite reconstruir una historia de Chile en el siglo XX, porque por alguna u otra razón hay aspectos que son muy específicos de lo que aconteció en aquel entonces y tener la posibilidad de examinarlos a partir de la intimidad de una familia es una posibilidad única.
¿Cuál mensaje da a los futuros lectores e historiadores que vayan a leer Cartas para Pepo?
Esta es una investigación que fue concebida desde el primer momento para un amplio público y para los historiadores y las historiadoras me gustaría destacar lo que permite la fuente y no solamente eso, sino invitar a la comunidad académica a atreverse a ocupar fuentes como objeto de estudio que pueden ser examinadas desde diversas maneras.
Y yo creo que eso es lo lindo que tiene la investigación es que tenemos una apertura también hacia lo que queremos transmitir: te hace ver desde una perspectiva más amplia el mundo de la historiografía en la actualidad y, por lo mismo, atreverse a investigar desde temáticas que son ninguneadas por la historiografía más tradicional.
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