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29 de Agosto de 2025 16:00
Según la Encuesta de Percepción ciudadana de Sabana Centro de 2024, la satisfacción con respecto a los servicios de salud cayó 11 puntos porcentuales comparado con 2023. A esta realidad se suma otro dato preocupante: un sondeo del Ministerio de Salud (2023) reveló que el 34,6% de los usuarios calificó como “mala” o “muy mala” la atención recibida en salud mental en Colombia.
Ante este panorama, Conexión Sabana 360 se propuso indagar en las causas que hay detrás de las deficiencias en el servicio de atención a la salud mental en Sabana Centro. Para esto, se realizó una serie de entrevistas a los distintos actores involucrados.
Esta es la historia de Juan Andrés Díaz, un joven estudiante de 21 años, quien acudió a un centro de atención público en busca de acompañamiento para tratar temas de salud mental.
Manuelita Rodríguez: ¿Por qué decidió buscar atención en salud mental en un centro de salud público de Sabana Centro?
Juan Díaz: Fue en dos ocasiones. La primera, ocurrió hace unos dos o tres años, cuando estaba atravesando situaciones personales complejas y buscaba ayuda psicológica. La segunda, fue el año pasado, a raíz de una parálisis por estrés. Me dijeron que lo que experimenté fue un ataque de pánico, y se me paralizó parte del cuerpo; en ese momento tuve que ir a urgencias.
M.R: ¿Cómo fue el primer contacto con el sistema de salud? ¿Se sintió acompañado o desorientado?
J.D: Todo el proceso inicial fue sencillo. La persona que me atendió fue empática y el servicio, en ese momento, estuvo bien. Sin embargo, siento que el acompañamiento a mediano y largo plazo -que es lo que uno realmente busca- resulta muy limitado.
Considero que existe un problema más grande dentro del sistema, y eso hace que la atención no sea tan buena como debería. Por ejemplo, en su momento me dijeron: ‘Nuestra próxima cita será dentro de tres meses’. Y pienso que dejar tanto tiempo entre una sesión y otra en un proceso psicoterapéutico de alguien que lo requiere no es realmente útil. Creo que el problema es la temporalidad.
No obstante, esa experiencia me hizo notar las falencias estructurales que tiene la atención en salud mental en nuestro país, que considero bastante deficiente, salvo en los casos de urgencias, donde hay una respuesta más rápida.
M.R: ¿Cómo fue su experiencia en el servicio de urgencias psicológicas?
J.D: En urgencias la atención es diferente. No diría que la mejor, pero al menos responden y hacen lo que se tiene que hacer. En mi caso, todo empezó de repente: estaba conversando con alguien y empecé a sentir un dolor en la espalda, tensión en el pecho, la cara se me adormeció y los dedos comenzaron a recogerse. Sentí que el cuerpo se me estaba paralizando. Por supuesto, tuve que ir a urgencias porque no sabía si era un derrame cerebral u otra cosa. Afortunadamente no lo era.
Sin embargo, la experiencia no fue buena. Se demoraron bastante en atenderme y, como me ha pasado otras veces en el servicio público, el personal de enfermería me trató mal. Yo no tenía idea de lo que me ocurría hasta que finalmente me dijeron: ‘Lo suyo fue un ataque de pánico inducido por una carga muy alta de estrés’.
El problema fue que allí quedó todo. No me programaron una revisión posterior ni un seguimiento; simplemente me dieron algunas recomendaciones y me dijeron que, si volvía a sentirme mal, regresara a urgencias. Lo único que ordenaron fueron dos días de incapacidad.
La atención también fue desgastante por el tiempo: llegué a la EPS a las 2 p.m. y salí a las 11 p.m. Pasar casi diez horas en esas condiciones, sin comer y sintiéndome mal, no es algo que favorece a una persona que está atravesando un episodio de ese tipo.
M.R: ¿En algún momento pensó abandonar el proceso por la dificultad de acceso o la falta de atención?
J.D: Las herramientas que brinda el sistema a quienes atienden son muy limitadas y, desde el primer momento, me di cuenta de que no servirían en mi caso. Las respuestas que recibí fueron insuficientes; no era lo que buscaba y terminé optando por un proceso privado, en el que estoy ahora. Abandoné el proceso casi desde el inicio. Fue como decir: ‘Muchas gracias por la atención’, y no volví.
M.R: ¿Cómo ha sido la experiencia de atención privada en comparación con la del sistema de salud?
J.D: Encontré muchas diferencias. Para empezar, en el servicio privado la atención es más individualizada y estructurada de acuerdo con las necesidades concretas de cada persona, mientras que en el sistema público tiende a ser más general. Allí se enfocan en dar pautas o señales de alerta para cuidar la salud, pero en lo privado sientes que el profesional está realmente centrado en uno. Ambos atienden a muchos pacientes, pero en el ámbito privado suelen manejar menos personas y eso les permite desarrollar planes más específicos para cada uno. Esa es una gran diferencia. También, hay un contraste en lo estético y en el ambiente del lugar. En un consultorio privado, el espacio suele estar decorado, con plantas o detalles que transmiten paz, y eso en salud mental es muy importante. En cambio, en una EPS, se suele encontrar un consultorio blanco, frío, sin mucho cuidado en el entorno.
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