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3 de Septiembre de 2025 17:20
Con el paso del tiempo, la salud mental ha tomado relevancia entre jóvenes y adultos. De acuerdo con los resultados arrojados por la Encuesta de Percepción Ciudadana en Sabana Centro del 2024, la salud se posiciona como el principal tema al que la administración pública debería prestarle atención.
Sin embargo, acceder a servicios de salud mental a través de instituciones públicas aparenta ser un reto para la comunidad. Según el Informe de Salud Mental en Bogotá D.C. 2023, las principales dificultades que enfrenta el ciudadano al acceder a estos servicios son: el alto tiempo de espera para la asignación de la cita (65.35 %) y la excesiva demora por parte de la EPS para dar la autorización (26.97 %).
Ante este panorama, Conexión Sabana 360 se propuso indagar en las causas que hay detrás de las deficiencias en el servicio de atención a la salud mental en Sabana Centro. Para esto, se realizó una serie de entrevistas a los distintos actores involucrados.
Esta es la perspectiva de Manuel Prada, jefe del Centro de Servicios de Psicología de la Universidad de La Sabana, quien sugiere las condiciones idóneas al momento de prestar un servicio psicoterapéutico.
Daniela Londoño: En su experiencia, ¿cómo debería ser una consulta ideal en salud mental?
Manuel Prada: La cita ideal tiene dos componentes importantes. Desde el lado profesional, lo fundamental es contar con suficiente tiempo. Hoy en día, por las cargas laborales y los reglamentos, ese espacio suele estar bastante limitado. No existe una fórmula perfecta, pero en una consulta privada, donde hay mayor flexibilidad, el tiempo promedio es de aproximadamente una hora.
Otros elementos clave son el espacio, la comodidad y la privacidad, factores que facilitan que la persona se sienta tranquila y perciba que el lugar está realmente enfocado en ella.
Por otra parte, la consulta ideal es el servicio que muchas veces buscan las personas y que, aunque podría parecer una exigencia elevada, en realidad se trata de algo básico: la humanización de la atención. Esto significa que, como profesional, estoy allí para escuchar, atender y buscar genuinamente colaborar con la persona frente a la necesidad que tenga en términos de su salud mental.
D.L: Se habla de que cada paciente es distinto, pero en la práctica muchos reciben tratamientos estandarizados. ¿Qué riesgos implica la falta de personalización en la terapia?
M.P: A corto plazo, uno de los principales retos — no solamente en psicología clínica, sino en salud en general — es lograr la adherencia terapéutica, es decir, que el paciente mantenga el compromiso sobre el proceso. La humanización de la atención es fundamental para ello: si la persona no siente que está con alguien que realmente le puede colaborar, abandona el proceso.
A largo plazo, el mayor riego es la generalización. Una experiencia negativa puede llevar al paciente a pensar: ‘¿Para qué voy a ir a un psicólogo, si no me va a escuchar y, por el contrario, me va a juzgar?’. Esa percepción puede cerrar por completo la puerta a otros profesionales y, en consecuencia, limitar la oportunidad de mejorar su salud mental.
D.L: ¿Qué impacto tiene en el paciente que las consultas sean demasiado cortas, con poco seguimiento y que, en algunos casos, se perciban más como un trámite que como un proceso terapéutico real?
M.P: Desde lo que llamamos terapias basadas en evidencia, se ha determinado que las más efectivas son las que se realizan cada ocho días. Cuando el sistema de salud no permite cumplir con esa periodicidad, ya se está generando el riesgo de que la atención no sea idónea.
A nivel profesional, también puede tener un impacto psicólogo. Entre más tiempo transcurra entre una sesión y otra, mayores son las posibilidades de que se generen vacíos en el proceso. Esos vacíos, al no haberse abordado oportunamente, prolongan aún más la terapia.
Especialmente en nuestra cultura, se valora que haya un seguimiento más recurrente. Cuando la atención no se da cada ocho días, la persona suele sentir que la calidad del servicio disminuye considerablemente: en la semana surgen elementos importantes que deben trabajarse, porque necesita continuidad en el proceso y porque busca ese espacio con la terapia.
D.L: ¿Qué cambios estructurales se necesitarían con urgencia para solucionar las fallas visibles dentro de los servicios de salud mental en Sabana Centro?
M.P: Para superar las fallas visibles en los servicios de salud mental en Sabana Centro, es urgente que el sistema de salud —más allá de instituciones específicas— le otorgue a este tema la relevancia que merece. Aunque se han dado pasos en la concientización de la población, aún falta traducir esa conciencia en decisiones estructurales que reconozcan que invertir en salud mental es también invertir en productividad y sostenibilidad a largo plazo. Hablar de bienestar mental no debe entenderse únicamente como un gasto, sino como una estrategia para fortalecer el sistema desde su base.
En el nivel micro, resulta clave cuidar a quienes cuidan. El bienestar del personal de salud debe convertirse en una prioridad, pues el agotamiento repercute directamente en la calidad de la atención y genera un efecto dominó difícil de revertir. Se requieren estrategias de autocuidado, fortalecimiento del clima organizacional y mecanismos de retroalimentación con los usuarios para mejorar los procesos. Todo esto exige trabajo en equipo y un cambio estructural profundo, no solo en el campo de la salud mental, sino en todo el modelo de atención en Colombia. La transformación debe ser colectiva, reconociendo los recursos disponibles y gestionándolos con una visión clara y de largo plazo.
D.L: Más o menos eso en cantidad de tiempo, ¿cuánto estaríamos hablando más o menos?
M.P: Estimar un tiempo concreto para ver mejoras estructurales en los servicios de salud mental es muy complejo. No se trata simplemente de implementar una ley, sino de transformar procesos en múltiples niveles. El cambio real depende de cómo se gestionen esas mejoras en cada espacio: desde las unidades de salud, donde es clave cuidar tanto al profesional como al paciente, hasta las universidades, que deben formar a futuros especialistas con un enfoque humano y consciente. También influye la manera en que se promueve la salud mental en los contextos empresariales y comunitarios, entendiendo que no se limita a una consulta clínica, sino que debe estar presente en todos los ámbitos de la vida diaria.
Además, este proceso de cambio no recae únicamente en el sistema o en los profesionales, sino también en el propio paciente. Con frecuencia se cree que la atención depende solo del personal de salud, pero los mejores resultados se alcanzan cuando la persona asume un rol activo en su propio bienestar. Esto implica un cambio cultural profundo, donde todos participemos en la prevención y el cuidado continuo, no solo en la atención de crisis. Por eso, hablar de plazos es difícil: estamos frente a un trabajo colectivo, por etapas, que requiere tiempo, compromiso y una verdadera transformación social desde la raíz.
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