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28 de Agosto de 2025 17:30
Laura Romero, con cuatro mundiales en sus piernas y dos títulos panamericanos en su palmarés, entrena cada día fuera de su municipio porque Chía, la tierra que la vio nacer, lleva siete años sin una pista de BMX.
Una bicicleta a toda velocidad, un casco que apenas deja ver una sonrisa y unos ojos que reflejan esfuerzo: así se la reconoce, como una joven de 18 años que ha llevado el nombre de Colombia a campeonatos internacionales. Número 1 del ranking nacional y orgullo de los habitantes de Chía. Laura es la prueba de que el talento y la disciplina pueden florecer incluso en territorios donde la infraestructura deportiva brilla por su ausencia.
“Llevo 11 años en este deporte. He representado a Colombia en Medellín, Estados Unidos, Francia y Dinamarca. Me siento muy orgullosa de mi proceso”, reconoció la deportista. Su mamá soñaba con verla en ballet, pero la adrenalina de la bicicleta la llevó por otro camino. Hoy, cada título confirma que su éxito no es casualidad, sino fruto de constancia y disciplina.
Sin embargo, detrás la medalla hay una lucha silenciosa contra el abandono institucional. Desde que la pista de BMX de Chía desapareció hace siete años, Romero se vio obligada a entrenar en municipios vecinos como Tenjo y Cajicá, donde el Club Spiders y su entrenador, Carlos Murcia, la acogieron. “El Instituto de Recreación y Deportes (IMRD) me ha apoyado en viáticos, pero no todo es lo económico. Yo también necesito dónde entrenar. La falta de pista en mi municipio me frenó mucho en algún momento”, admitió.
Su entrenador es claro: “El BMX es un deporte muy técnico. Sin un escenario, es complejo avanzar. Con las uñas hemos venido trabajando, y Laura se viene pedaleando todos los días desde Chía hasta el polideportivo de Cajicá (7,6 km). Su disciplina es impresionante”, admitió.
En las prácticas, los niños la observan con admiración. Para ellos es ejemplo de que las caídas no son un final, sino la oportunidad de levantarse con más fuerza. Los padres de las categorías menores también la ven como modelo de perseverancia y constancia.
El apoyo de su familia ha sido determinante. “Mi mamá, mi papá y mi hermano han sido fundamentales. Son quienes se levantan conmigo temprano, me acompañan al gimnasio, a la universidad y a entrenar. Sin ellos, nada sería posible”, señaló Romero.
Hubo momentos en los que la falta de escenarios casi apaga su pasión, pero su familia no descansó hasta encontrarle un club privado que le diera continuidad. Lo que pudo ser un final prematuro se convirtió en una historia de resiliencia.
Laura no se conforma con lo alcanzado: “Uno de mis sueños es ser campeona olímpica y mundial. También quiero correr los Grands, donde el trofeo mide casi dos metros. Ese es mi sueño”. Habla con la serenidad de quien sabe que el camino es largo, pero que cada pedalazo la acerca a la meta.
Su historia es al mismo tiempo celebración y advertencia. Celebra el talento y la disciplina de una deportista que inspira a Sabana Centro, pero también señala la falta de inversión y escenarios adecuados para jóvenes que sueñan con representar a Colombia. “Hay chicos con muchísimo talento que buscan representar a sus municipios o al país. Falta mucho más apoyo”, culminó.
Laura pedalea, sonríe, cae y se levanta. Con cada esfuerzo deja una huella que inspira, pero también expone una verdad incómoda: sin instituciones que acompañen los procesos, el talento no basta. El reto está en que el país y su municipio estén a la altura de su compromiso y del sueño de muchos jóvenes más.
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